La afectación por el cambio climático en Costa Rica es evidente en las áreas silvestres protegidas con múltiples efectos, entre estos, en la fauna y en los cuerpos de agua debido a alteraciones en los patrones de lluvia que, además, influyen en los períodos de estación seca.
Así ocurre en el Parque Nacional Santa Rosa, a 50 kilómetros de Liberia (Guanacaste), situado en la única mancha de bosque tropical seco de Mesoamérica, donde históricamente hay menos lluvias en el año. Hace 20 años, la estación seca en ese sitio se caracterizaba por iniciar en noviembre y cerrar en mayo. Ahora no.
“A veces los aguaceros llegan antes y luego todo permanece seco más tiempo, o nos pasa que la estación lluviosa entra más tarde pero es más corta. Incluso notamos que son lluvias más intensas”, explicó Alejandro Masís Cuevillas, director del Área de Conservación Chorotega, donde está el Parque.
Este tipo de variaciones, agregó, ha secado los “ojos de agua” u otras fuentes superficiales del líquido dejando a la fauna de la zona sin bebederos naturales, lo que obliga a los animales a buscar en otros sitios para sobrevivir.
Por ejemplo, los monos cariblanco (Cebus capucinus) a veces se suben a las piletas del Parque a hidratarse e incluso han aprendido a abrir las llaves del agua. Masís aclaró que eso pasa con algunos individuos “muy bandidos” que buscan la manera fácil de resolver el problema.
“Para adaptarnos, hemos reactivado ya un antiguo reservorio de la Hacienda (Santa Rosa) para que se llene en invierno y daremos mantenimiento a algunas lagunas para el mismo fin, como parte de nuestras acciones. Es un hecho que vivimos lo que todos los estudios dicen: que esta zona se hará más seca”, aseveró.
Otro efecto, dijo Masís, es que la distribución de algunas especies también ha variado. En zonas volcánicas de Guanacaste antes no se veían hormigas de ninguna especie más allá de los 1.000 metros sobre el nivel del mar. Ahora más bien hallan de todo tipo y en las cimas de los macizos.
“A más sequía, la cobertura nubosa que antes era visible sobre las cimas de los volcanes está más arriba o no hay. En el pasado, volcanes como Cacao y Orosi, los de menor elevación y con bosque nuboso, siempre estaban cubiertos como de algodón de azúcar de tantas nubes que se les posaban. Eso ya no se ve porque hay más irradiación solar”, comentó.
También en las alturas
Laura Díaz Hernández, administradora del Parque Nacional Chirripó en San Isidro de Pérez Zeledón (San José) también advirtió una disminución en los cuerpos de agua, como las lagunas del valle de las Morrenas, las lagunas Ditkevi y otras en el sector conocido como ‘lagunas rojas’, que se secan casi completamente algunos meses del año.
Si bien la estacionalidad lluviosa y seca ha influido siempre en dichos reservorios, nunca ha desaparecido el líquido. Hasta ahora.
“Compañeros con más de 20 años aquí, han confirmado que el espejo de agua en la laguna camino al punto más elevado del Parque sí ha bajado considerablemente hasta secarse, aunque luego se recarga en temporada lluviosa”, explicó.
Incluso, ahora perciben el impacto de los periodos de lluvia más bruscos en los senderos hacia el albergue Crestones, que están más erosionados, al punto de reforzar el mantenimiento con obras de ingeniería para evitar pérdida de suelo por las grandes descargas de agua.
Antes podían prevenir ese desgaste utilizando palas para ajustar las profundidades y amplitud de los desagües al lado de estos senderos. Ahora no, porque, aunque más cortas, las temporadas de lluvias son más intensas.
“Los guías turísticos también han notado que los espejos de agua han descendido y esto nos asusta, pues podríamos quedarnos sin agua a esta altura, incluso teniendo reservorios y un acueducto. Estamos ya pensando en hacer una cosecha de agua llovida porque los veranos se nos vuelven más secos y no perdemos de vista la necesidad de líquido por el riesgo de incendios”, explicó.