Los 38 años de la vida de Angie Vargas no se pueden relatar sin hablar de sus perros: los de su infancia, los que llegaron a través de sus exparejas y los que ahora la acompañan en su casa, en San Rafael de Heredia. Quentin, un bulldog francés que compró años atrás, y Che, un zaguate que adoptó porque padece una enfermedad y necesitaba un hogar.
“Para mí son mi compañía, son mis compañeros de vida. Yo con ellos hablo (ríe) y es muy interesante la comunicación que se desarrolla entre un animal y una persona. Usted logra interpretar los gestos; usted sabe cuando se jalaron una torta solo por los gestos de su cara; usted logra distinguir cuando un perro sonríe y es algo hermoso”, narró la profesora de yoga, quien invierte hasta ¢150.000 al mes en sus perritos.
La misma experiencia vive la actriz Sofía Chaverri, quien vive con Paco Arlequín, un perro salchicha que le regaló su familia en enero de este año y al que incluso ya le hizo un perfil propio en Instagram. El segundo nombre de la mascota se debe al icónico personaje de comedia, surgido en la Edad Media.
“Se llama Paco Arlequín, pero tiene otros nombres, dependiendo del mood de la dueña, a veces le digo Paco Enrique o Paco Antonio, o sea le cambio el segundo nombre dependiendo de cómo me sienta. Yo quería ponerle un nombre fácil, corto y pegajoso, así que por eso le puse Paco”, comentó Chaverri.
Antes de vivir con Paco Arlequín, la artista vivió con otras dos mascotas (Tachuela y Momo), pero era cuando vivía con sus hermanos y padres. Ahora es ella y el can.
“Creo que nunca había visto a un perro como mi compañero, siempre era la mascota, darle de comer, sacarlo a caminar y ya, pero ahora, sola con Paco, él me ha cambiado la vida. Siento que los animales llegan a limpiar la energía de la casa, él siempre está feliz de verme, no importa a la hora que llegue o cómo llegue. De pronto, cuando estoy triste, él lo siente y llega a darme besitos”, comentó.
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Veterinarios, sociólogos y especialistas en bienestar animal confirman que en los últimos años las familias se han acercado mucho más a sus animales de compañía, principalmente a los perros, al punto de que los incluyen en muchas más actividades personales o experiencias, invierten más tiempo, energía y recursos en su cuidado, salud, alimento, seguridad y recreación. Son un miembro más de la familia.
Para el médico veterinario Oscar Robert, como las parejas tienen cada vez menos hijos o inician su etapa de padres a edades más avanzadas, “su primer hijo generalmente termina siendo una mascota” y ahí se genera mucha cercanía. También porque ahora, con el aumento del teletrabajo y la estadía en casa para cuidarse de la covid-19, las personas sacan más tiempo para compartir y conocer a sus mascotas.
“Otro punto importante es que se ha educado mucho más a la sociedad y a la población en general sobre mascotas. Se ha hecho un mundo mucho más accesible para mascotas en todo sentido y en lugares públicos. Ya ahora casi que el mundo se rige con que si un lugar no es pet friendly, es posible que no vaya a pegar. Esos son factores que han predispuesto mucho a todo este cambio”, detalló el especialista.
Para Tatiana Fonseca, vocera del Colegio de Médicos Veterinarios y colaboradora del departamento de Bienestar Animal de la Municipalidad de Curridabat, otro aspecto importante es que recientemente se ha comprendido que los animales son “seres sintientes”, es decir, que son capaces de sentir miedo, felicidad, alegría o temor, lo que ha llevado a tener mucha más empatía y cercanía con ellos.
“Eso ha hecho que los involucremos más en nuestro hogar, porque comprendemos y respetamos más todas sus necesidades y lo que significan. Ellos nos brindan compañía y tiempo de esparcimiento. Para muchas personas que se sienten solas es el único miembro de su familia. Entonces, es esa relación recíproca de que les damos lo que ellos necesitan y cuidados, pero ellos nos devuelven todo ese enriquecimiento psicológico y emocional. Nos hacen sentir más seguros, acompañados y hasta mejoran nuestra autoestima”, explicó.
La especialista rescató que toda relación con un animal de compañía también debe cumplir las llamadas cinco libertades de bienestar animal: que viva libre de hambre y sed, de sufrimiento e incomodidad, de dolor, libre de expresar su conducta normal y libre de temor y estrés. Además, mencionó que por esta razón ahora se invierte más en medicina preventiva e incluso en planear construcciones de casas y paseos pensando en las mascotas.
Otro aspecto al que los dueños de mascotas han puesto atención es la compra de alimentos de buena calidad, incluso que superan los ¢30.000 por bolsa, así como los juguetes y demás artículos para su satisfacción y disfrute, como asientos, protectores, camas, comederos, césped sintético, jabones, champú, arena, bolsos, ropa térmica, correas, collares, vendajes, objetos contra estrés, canastas, coches y talcos, sin dejar por fuera la inmensa inversión en medicinas, terapias y cirugías.
En el 2016, un estudio sobre tenencia responsable de perros, elaborado por la organización Protección Animal Mundial, contabilizó aquí 1,3 millones de perros con dueño.
Al año siguiente, la encuesta Actualidades de la Escuela de Estadística de la Universidad de Costa Rica (UCR) encontró que un 60,2% de las viviendas del país tenían perros de mascotas y en un 26,6% de estas, el perro tenía la costumbre de andar fuera de la casa, solo, sin ninguna compañía.
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Un vínculo que evolucionó
El doctor Mauricio Jiménez, director del Hospital de Especies Menores de la Universidad Nacional (UNA), explicó que este vínculo con los animales de compañía y en especial con los perros inició desde hace unos 15.000 años, cuando los coyotes cazaban cerca de donde estaban los primeros grupos de seres humanos y entre ambas manadas se observaban.
“Poco a poco, se fue haciendo una asociación entre unos y otros. Los animales trabajan mucho por asociaciones positivas y negativas. Posiblemente, muchos de los restos que dejaban los humanos se los comían los coyotes, y viceversa”, relató.
Como resultado se dio una asociación para cazar, comer y protegerse. Luego se fueron modificando estos patrones y los coyotes empezaron a ser guardianes, como un aviso hacia las especies. Comenzaron a quedarse más cerca de las personas. Les avisaban, los humanos oían y ya sabían que venía un animal mayor.
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Se inició un proceso de más acercamiento y comenzó la domesticación. Y no fue un proceso de 100 años, fue muy largo y trajo consigo cambios genéticos y de comportamiento. Casi todas las razas de perros salieron de un mismo grupo y fueron modificando su estructura genética y física. Luego, se dio el cruce entre grupos.
“Ese proceso que vivieron esos primeros animales en contacto con los humanos provocó ese cambio importante en la sociedad: un cambio con otra especie diferente con la cual se interactuaba. Todo va de la mano. Esto va con el acompañamiento en algunas culturas que le dan a ciertas especies un estatus especial.
“Al final cambiamos nosotros, cambian las estructuras familiares y las especies con las cuales tenemos más interacción. Los primeros fueron guardianes y compañeros de caza. Algunos empezaron a tomar una posición diferente, con humanos que empezaron a incorporarlos más como compañía. Este es un proceso de muchos años. Ese proceso nos ha cambiado y hay hechos que detonan procesos de este tipo. La pandemia, que cambió nuestra forma de vida, está haciendo que se detone un cambio en muchas de esas especies”, puntualizó.
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Jiménez agregó que hay quienes dicen que los animales solo trabajan por asociación (cosas positivas o negativas), pero en realidad hay animales expuestos a muchos estímulos negativos, perros muy golpeados y vemos que eso no marcó completamente su vida. Al estabilizarse, a pesar de los traumas, hacen una variación a la respuesta de agresividad y violencia, porque se sienten en un ambiente más confortable.
Por supuesto, hubo épocas en que fue más fuerte, como la Edad Media, cuando el acercamiento se acentuó. Las casas reales incorporaban ciertas razas como parte de su estatus, por ejemplo los corgi en Reino Unido.
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“Hay 280 razas de perros. Imagínese a lo que llegó esa especialización. Muchos son perros de compañía, otros de trabajo o cacería. Todos estos procesos han sido bastante numerosos. Los estándares de razas, estamos hablando de que podrían tener unos 200 años, en los que se produce esta división y trabajo en organizaciones de razas y se vuelve también algo lucrativo. Este es un paso que intensificó los estudios genéticos.
“Durante la pandemia, la desesperación de las personas cuando se les enfermaba la mascota... Gente desempleada que no tenía nada, pedía algún quiebre y hasta utilizaban dineros de la liquidación para curar a su mascota. Con los años uno ve cuando entra una persona y le ve el amor, la entrega y la necesidad de que ese animal esté confortable”, concluyó el experto.