Descubrir que un hijo menor de edad está robando objetos de la casa para conseguir droga es un trago amargo para un papá o una mamá. Tras ese primer impacto, viene la pregunta ¿qué hacer?
La medida no es menos sencilla, como lo demuestran las recomendaciones dadas este jueves durante un conversatorio organizado por el Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA).
Primero hay que entrar en conciencia de que cuando los menores ya se encuentran con un problema de vicio, es frecuente que comience la búsqueda de dinero para sostener esa necesidad. En tal caso, el primer paso es denunciarlos para poder ayudarlos.
De acuerdo con Johanna Calderón, abogada del Poder Judicial, muchos jóvenes comienzan con “pequeñas cositas”, pero la situación puede ir en escalada, por ejemplo, amenazas hacia sus encargados.
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“Esos descontentos con adolescentes y esas discusiones con los menores de edad... si de ahí sale una amenaza, eso es un delito; si nos intentan agredir con diferentes objetos se pueden denunciar”, expresó la abogada.
El Poder Judicial y el IAFA fueron enfáticos en que denunciar a un menor de edad que comete estos delitos se debe dar con el objetivo de ayudar a los jóvenes y no con el afán de castigarlos.
“Estamos enfrentando una problemática de salud pública. Más allá de castigo, es brindar oportunidades de tratamiento”, expresó Arline Gómez, trabajadora social del Instituto.
Cuando un adulto decide acercarse a la Fiscalía, puede solicitar que el trámite contra el menor se realice por medio de Justicia Restaurativa. Ahí un grupo de expertos de diferentes instituciones buscarán un tratamiento que saque al joven de las drogas.
“Entonces, mediante este procedimiento, se puede ir donde el juez o la jueza, para solucionar el caso, la persona menor de edad decide que va a llevar un tratamiento en el IAFA o alguna de las organizaciones que están autorizadas por el IAFA, para así ser atendido y dejar de consumir drogas.
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“Cuando existe la orden del juez para que la persona reciba el tratamiento, hay unas personas del departamento de trabajo social y psicología del Poder Judicial que están pendientes de que la persona cumpla, porque si no cumple, se le va a quitar esta posibilidad y va a tener que hacerse un juicio y continuar con el proceso hasta imponer una sanción”, explicó la abogada del Poder Judicial.
En el IAFA, expresó Gómez, valoran si la persona necesita un tratamiento ambulatorio o residencial, dependiendo de si existe dependencia o no a las drogas.
Las expertas insistieron en que el tema se debe tratar desde la prevención y entendiendo que el consumo de drogas están en aumento en Costa Rica.
De acuerdo con datos del IAFA, en el centro de atención Casa Jaguar, en San José, se reciben al menos 100 casos diarios de menores ligados al consumo de sustancias psicoactivas. Algunos de ellos son niños de 12 o 13 años.
En los centros educativos
La gravedad del problema crece porque niños y adolescentes se ven expuestos a las drogas incluso dentro de los centros educativos, como lo han alertado autoridades judiciales y del Ministerio de Educación Pública (MEP).
Este mes, durante una comparecencia en la Asamblea Legislativa, el viceministro Leonardo Sánchez, afirmó que hay alumnos que acuden al centro educativo a vender drogas.
“Estamos viviendo una realidad y es la exclusión pasiva, que son estudiantes que van al sistema educativo, pero no van a clases, van a traficar con drogas”, aseveró Sánchez.
Según dijo, se trata de un tráfico organizado. El MEP tiene identificados 33 distritos con 810 centros educativos, donde la situación es más grave.
También el fiscal Fernando Arguedas había manifestado, en febrero, en un programa radiofónico del Ministerio Público, que las personas que se dedican al narcomenudeo (tráfico de drogas a pequeña escala) se ubican en los alrededores de escuelas y colegios para regalar marihuana, cocaína o crack a niños, adolescentes y jóvenes, con el fin de inducirlos al consumo y reclutarlos como nuevos clientes.
Arguedas dijo que los delincuentes se aprovechan de que las drogas que se mueven en el narcomenudeo son altamente adictivas y relativamente baratas, lo que hace que sea sencillo enganchar a los menores. Los precios por un gramo de droga van desde los ¢2.000 hasta los ¢5.000.