Mantener en funcionamiento la vieja refinería de Moín, Limón, representa para Recope pérdidas por $30 millones anuales.
Así lo manifestó el presidente de la empresa, Jorge Villalobos, como parte de los argumentos de por qué se debe ejecutar el proyecto conjunto con China.
Según dijo, de no concretarse la modernización, la planta de Moín tendría que cerrar y dejar sin empleo a 235 personas. Otros 166 trabajadores que desempeñan puestos administrativos en San José quedarían sin empleo.
Villalobos recordó que la planta de Moín tiene un proceso de refinación muy deficiente, pues la segunda fase de la modernización se abortó en 2007.
La planta solo produce canfín, asfalto y búnker y parte del combustible para jets que se consume en el país. Es decir, los carburantes de mayor demanda como la gasolina y el diésel deben importarse en su totalidad.
Su producción total apenas cubre cerca del 25% de la demanda nacional.
La nueva planta permitiría ahorros de $180 millones al año.
Para llevar adelante la construcción de una nueva planta de refinación, Recope y la petrolera china CNPC constituyeron una firma llamada Soresco.
La instalación de esa nueva refinería con capacidad para procesar 60.000 barriles cuesta $1.200 millones y se hace bajo la modalidad de arrendamiento operativo con opción de compra. Es decir, 15 años después de construida la planta, Recope definirá si renueva el plazo de alquiler o adquiere la refinería.
Recope asegura que no cuenta con el músculo financiero para asumir la inversión sola.