Viste como un renegado. Pañuelo amarrado en la cabeza, mezclilla, chaleco de cuero, arete en la oreja y botas. Todo a juego, en negro, excepto la imponente Harley Davidson 1200... en amarillo.
Roy Palavicini no solo llama la atención por su particular moto. También se volvió conocido en las recientes manifestaciones de motociclistas contra el marchamo.
Es ese que parece un cura, pero que no lo es.
Muerto de risa, reconoce que la gente se asusta cuando lo ve entrar a un bar de bikers (motociclistas) , con su camisa negra y su cuello clerical y de la mano de una Barbie rubia de ojos azules: su esposa.
En Costa Rica, acostumbrados a que solo los padres católicos usan esta vestimenta, nos cuesta entender que Roy Francisco Palavicini Rojas es un reverendo de la Iglesia cristiana reformada de los Estados Unidos.
Vivió 18 años fuera de Costa Rica, haciendo trabajos misioneros en Perú, Estados Unidos y Holanda. Regresó hace cuatro años, cuando enfermó su suegro, y desde entonces combinó su pasión por las motos y su amor por Cristo.
Al mando de un vehículo de alta cilindrada, Palavicini no solo difunde la palabra, también impulsó una lucha por los derechos de los motociclistas, incluido el rebajo del marchamo correspondiente al próximo año.
Se declara un costarricense, “que ama su país” y por eso participó con el Comité Cívico Nacional de Motociclistas.
Se involucró en el grupo por casualidad, pues un amigo lo invitó a una reunión del Comité. Aunque su amigo nunca llegó, él se enganchó con temas como la nueva ley de tránsito, el monto del derecho de circulación y la seguridad de los motociclistas.
Allí, junto a Eugenio Badilla y los sindicalistas Albino Vargas y Rafael Mora, trabajó para que se rebajara el monto del derecho de circulación para aquellos que menos ganan, como los mensajeros.
Fue vocero del grupo hasta el 4 de diciembre, cuando dijo que no podía respaldar a una organización que recurrió a actos violentos, como los acaecidos el 27 de noviembre en varias partes de la capital.
“No tengo idea de quiénes son, ni siquiera los he visto (los que dañaron un bus y bloquearon vías), es algo que no comparto y no compartiremos”, dijo el miércoles, cuando todavía era vocero del Comité.
Moto, palabra vedada. Roy Palavicini nació en barrio Los Ángeles, al sur de San José, hace 49 años. Desde muy jovencito le gustaban las motos, pero la palabra estaba prohibida en la casa, luego de que su papá sufrió un accidente en una Vespa.
A escondidas, desde que tenía 9 años, andaba en una moto prestada de un vecino. Curiosamente, no fue en un vehículo como este en el que tuvo su percance más grave.
A los 15 años se accidentó en bicicleta, se quebró la pierna izquierda, la clavícula derecha, tuvo 25 puntadas en la cabeza y estuvo en coma una semana, por un coágulo que se dirigía al cerebro.
A sus padres no les dieron esperanzas de recuperación, les aseguraron que Roy viviría apenas 72 horas y que había perdido su habilidad cognitiva.
“Pero Dios hizo el milagro”, rememora Palavicini, quien desde niño le entregó a su vida a Dios.
Se ordenó pastor cuando tenía 22 años, en Costa Rica. Es bachiller en teología pastoral y máster en antropología intercultural.
Cuando tenía 24 años se casó con Bárbara Worsfold, una literal Barbie (como él la llama cariñosamente), hija de misioneros canadienses, pero nacida en Tiquicia.
Andariego. En los años 90 vivió en Lima, durante la época de Sendero Luminoso, allá se desplazaba a Ayacucho, Cuzco y Cajamarca para llevar consuelo a quienes sufrían por causa de la guerrilla, especialmente indígenas quechuas.
Luego se trasladó una década a California, Estados Unidos, donde congregaba a inmigrantes coreanos y latinoamericanos.
Su última aventura fue vivir un año y medio en el distrito rojo de Ámsterdam, Holanda, donde tenía un ministerio para la juventud holandesa y trabajaba en temas de prostitución.
Ahora lidera Travelers of the Kingdom (Viajeros del Reino), lo que Palavicini llama “un ministerio sobre ruedas”, en el que agrupa a unos 25 bikers . La mayoría se congregan los miércoles en San Francisco de Dos Ríos, San José.
En esas reuniones leen la palabra y hasta planean sus viajes.
Aunque ya no representa al comité de motociclistas, Palavicini dice que “no puede quedarse solo en las palabras” y que seguirá luchando por una Costa Rica más tranquila e igualitaria, como la que dejó en los 90, cuando se fue de andariego por el mundo.