Puntarenas. Como si se tratara de la faena de un experimentado torero, el terremoto de Nicoya del pasado 5 de setiembre le dio al Hospital Monseñor Sanabria, en Puntarenas, la estocada final y lo envió, moribundo, a la arena.
Ese edificio –por cierto, el de mayor altura de todos los que tiene la CCSS– evidenciaba ya un deterioro en su infraestructura mucho antes de ese sismo mañanero de 7,6 grados de magnitud.
Eso lo corroboró este diario en un recorrido realizado en las instalaciones médicas puntarenenses, el pasado mes de junio.
Para entonces ya era posible observar columnas y vigas a las que les faltaban grandes trozos de concreto, dejando ver sus varillas herrumbradas. Tampoco faltaron paredes agrietadas.
Otra muestra del descuido se notaba en detalles como que las puertas plegadizas del Área de Choque solo se mantenían en pie por los remiendos hechos con esparadrapo, o bien las tuberías y sistemas de aire acondicionado que estaban totalmente corroídos.
Antes del sismo de setiembre, en términos generales el hospital estaba calificado como “regular” y, de acuerdo con un informe de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), la estructura tenía en muy “mal estado” sus sistemas mecánicos y eléctricos.
Hoy la realidad es otra, aunque para mal de los porteños.
Costos. Fue el terremoto el que terminó de desnudar las fallas del Monseñor Sanabria, y aquello que estaba en buen estado no necesariamente permanece así.
De hecho, desde el 5 de setiembre la estructura está cerrada al público y todos sus servicios tuvieron que ser trasladados a clínicas y bodegas cercanas.
Así ocurre con el área de hospitalización, que dos meses después de la emergencia fue instalada provisionalmente en el almacén regional de la Caja. Allí hay 100 camas.
La fachada, asimismo, fue una de las partes más afectadas por el movimiento telúrico, aunque también hubo rupturas en paredes y caída de escombros, como pasó en el comedor de empleados.
El daño más evidente está en los pisos 6 y 7, ubicados casi en la mitad de la edificación.
Randall Álvarez, director médico, dijo en el mes de junio que, desde hace tres años, el Monseñor Sanabria había sido preparado “para soportar fuertes sismos”.
Incluso, en esa ocasión manifestó: “Si bien es cierto se hizo una inversión grande, la misma no se ve tanto en la parte física, sino en la estructural (...), sobre todo pensando en el anunciado fenómeno (terremoto) que se ha hablado de la península de Nicoya”.
Necesidades. Entre los 29 hospitales de la Caja, el de Puntarenas fue, junto con el de Nicoya, el que sufrió más daños por el terremoto.
A finales de octubre, la Junta Directiva de la Caja abrió una licitación por ¢18.000 millones para la inspección y reparación de los daños. Precisamente, una empresa realiza ya visitas para determinar la gravedad de las fallas.
Pero todo hace indicar que la solución definitiva para los porteños llegará en unos años con la construcción de un nuevo centro médico en Barranca, específicamente en un terreno ocioso de 15 hectáreas que donó el Consejo Nacional de Producción (CNP).
Esta entidad cedió el lote al Ministerio de Hacienda, que, a su vez, lo dará a la Caja como parte del pago de la deuda del Estado.
La obra se levantará con un crédito de $100 millones que ya negoció el Gobierno con el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).
Mientras se planea y se concreta el nuevo edificio, los porteños deberán permanecer en un hospital que, en gran parte, funciona bajo la improvisación.