Sixaola, Limón. Las maltrechas calles de Sixaola, en Limón, hablan de un pueblo fronterizo olvidado. Un nuevo puente para cruzar hacia Panamá es la única inversión importante del Gobierno en muchos años.
Desde hace unos meses se asoma la promesa de un mercado para los comerciantes locales. El proyecto representa la esperanza de desocupar los viejos chinamos hechos tablillas, sobrantes de madera y bolsas plásticas negras para mudarse a un sitio digno, decente, salubre.
También significa la ilusión de 78 empleos directos, según los datos aportados por la Municipalidad de Talamanca.
Una de las personas que espera esa obra, estimada en ¢1.700 millones, es José Adán Bonilla, zapatero local.
“Pedimos de corazón que solventen esa necesidad. La situación aquí cada vez es más paupérrima”, comentó Bonilla.
No obstante, para que el nuevo mercado sea una realidad falta mucho tiempo.
La obra cuenta con la aprobación de la Junta de Administración Portuaria y de Desarrollo Económico de la Vertiente Atlántica (Japdeva) para utilizar dineros del canon proveniente del megapuerto de APM Terminals, pero la idea aún no tiene los análisis técnicos o permisos necesarios.
Además, ni siquiera está inscrita en el Banco de Proyectos de Inversión Pública del Ministerio de Planificación, gestión fundamental para avanzar.
Japdeva reconoce que ni esa iniciativa y otras 12 que esperan financiar con el canon, empezarán este año.
Lo único claro, hasta ahora, es que la nueva plaza comercial se construiría donde estaba el viejo mercado. Allí sobreviven los escombros de un lugar que el Ministerio de Salud ordenó desalojar y demoler por su mal estado en 2019.
Marta Guadamuz fue una de las más afectadas por el cierre. La clausura fue el fin para su soda, en la cual ofrecía comida a los transportistas y turistas de paso.
Según Guadamuz, la única “ayuda” que recibieron de la Municipalidad de Talamanca para conservar sus fuentes de ingresos fue la instalación de unos alerones para colocar algunos chinamos.
Relata que esa estructura se levantó con los dineros obtenidos de la venta de chatarra sacada del viejo puente de metal que servía para cruzar a Panamá.
“Nos dieron atol con el dedo”, comentó.
Cuando las autoridades decretaron el cierre del viejo mercado, a muchos los tomó por sorpresa y, al día de hoy, aún sufren las consecuencias.
“Habíamos metido mercadería porque venía diciembre. De hecho, en mi cuarto están todas las bolsas de mercadería. Para ayudarnos un poco, lo que hicimos fue que nos colocamos en el alerón que está ahí y vendíamos al aire libre”, dijo Patricia Núñez, otra de las comerciantes.