El hallazgo de un sitio funerario en la ampliación de la ruta 32, del cual se rescataron 941 objetos de entre los años 300 a. C. y 300 d. C., no solo es invaluable para el patrimonio arqueológico de Costa Rica. También puede dar pistas acerca de esa población que vivió en Guápiles en aquella época y cómo pudo ser su estilo de vida.
Gabriela Zeledón Angulo, arqueóloga a cargo del trabajo de campo, advirtió de que las conclusiones por ahora son preliminares, pero lo hallado ya habla de algunas características de la zona.
Zeledón indicó que es una población muy antigua, anterior a las que se estudiaban hace unos años en las escuelas, por lo que no hay mayores datos bibliográficos sobre ellos, cómo vivían y sus actividades, pero los artefactos encontrados ayudan a reconstruir la historia.
Esta población vivió en los alrededores del cementerio y cerca de este. Por lo que puede apreciarse, según las investigadoras, la muerte para ellos era motivo de fiesta, pues se consideraba una trascendencia a un mejor estado.
“Por la extensión del cementerio de Río Danta, se ve que era una población grande. Identificamos cerca de 320 manchas, que correspondían a personas que habían sido enterradas en algún momento. Por el pH del suelo y todo el tiempo transcurrido, los cuerpos no se conservaron”, dijo Zeledón a La Nación.
Aunque no se puede determinar su etnia, la científica destacó que gran parte de la población de Costa Rica en esas épocas fue producto de migraciones suramericanas, del área Chibchoide.
“En el proceso de las migraciones, ellos fueron adaptándose al entorno. Por eso es que, en los colgantes, se observan formas de anfibios o de plantas o u otros animales que veían a su alrededor“, explicó.
Un ejemplo es que se encontró la piedra jadeíta, que no es originaria de Costa Rica. El país donde esta piedra se da de manera natural y que, por caminos terrestres, está más cerca de Costa Rica es Guatemala, pero también hay en Venezuela, Ecuador, Cuba y, más cerca, en Colombia. De ahí, pudo llegar más bien por vía de ríos y mares.
“En ese entonces, los ríos eran las carreteras”, recordó Zeledón.
¿Qué dicen las ofrendas encontradas en el sitio funerario?
La forma en la que enterraban a los pobladores dice mucho de cómo era el pueblo y de sus costumbres para despedir a los seres queridos.
Si se hace una clasificación de lo encontrado, hay 152 vasijas globulares (achatadas, con soportes), 111 tazones, 13 jarrones, 22 vasos cilíndricos, seis instrumentos musicales, 13 pipas y tres orejeras. También había un colador y un sello que probablemente fue utilizado para marcar la piel con tinta.
Los metates eran protagonistas. Se alineaban de forma intencional. En la mayoría de los casos, se les quitaba el soporte (es decir, los pies), aunque sí había algunos que estaban completos. Quitar los pies del metate tenía un propósito: “Los reutilizaban para acomodar un rasgo de una tumba o como ofrendas a una mancha, formaban parte de las tapas de las tumbas. O había soportes encima de la mancha, como si fueran una ofrenda“, señaló Zeledón. “Cuando llegamos al laboratorio, 13 metates coincidieron con soportes a distancia de 2, 3 o 6 metros”.
“¿Será que esos soportes correspondían a una misma familia, o hubo una muerte masiva? No sabemos", afirmó la investigadora.
En muchos casos, las vasijas formaban hileras en torno a los metates. También resultó usual hallar vasijas gemelas.
Hay algunos restos que llamaron la atención de Zeledón. La que se muestra en la foto a continuación fue una. La cantidad de ofrendas que tenía da a entender que era una persona de alto rango: dos metates y, encima de estos, había un collar de 124 cuentas y otro collar pequeño. También hay vasijas gemelas alrededor. Este espacio estaba en una de las áreas más “calientes” del cementerio, por la cantidad de elementos encontrados en el ajuar de cada muerto.
En otro lugar se vio un metate que, según Zeledón, fue fragmentado de forma intencional. Los fragmentos más pequeños lo colocaron de modo inclinado para que el fragmento más grande quedara en forma vertical, como si fuera una lápida. Y las ofrendas las pusieron en los fragmentos pequeños.
En otros casos, había metates partidos en dos, con vasijas arriba y abajo.
Se encontraron también 11 puntas de lanza o puñales, todos con filo. Estos aparecían bocabajo, y parecían estar colocados sobre el pecho de la persona, a manera de ofrenda.
Otro aspecto fue que se encontraron instrumentos musicales y algunas de las vasijas de cerámica tenían hollín. Esto da a entender que había rituales para decir adiós a los muertos, en los que probablemente había música y cocción de alimentos como parte de esa “fiesta de despedida”.
Una sociedad organizada
Para Zeledón, la complejidad de los ajuares y las ofrendas hace ver que había una sociedad organizada en donde cada persona tenía roles que desarrollaba según sus talentos.
La elaborada joyería, la complejidad de metates y vasijas, puntas de lanza que miles de años después mantienen el filo, así como los instrumentos musicales, llevan a pensar que había personas especializadas en cada cosa.
“Había joyeros, artesanos, luthiers, gente especializada en diferentes labores“, señaló.
Zeledón añadió: “Hay mucha elaboración en los objetos y mucha cantidad. Por ejemplo, este es uno de los sitios a nivel nacional donde se ha excavado de manera científica y se han encontrado mayores cantidades de collares y colgantes. También es de los sitios con más metates en un contexto funerario“.
¿Una población de estatura menor?
Las dimensiones de las manchas, ovaladas en su mayoría, no denotaban que la población fuera de gran estatura, aunque sí se vieron algunas manchas de 1,6 metros (m), 1,7 m e incluso 1,8 m. Sin embargo, esto no era lo usual, el promedio estaba entre 1 m y 1,5 m. Pero también encontraron manchas de 80 centímetros.
Zeledón no sabe si esto se debía a que la población era de estatura más pequeña o a que había mucha mortalidad infantil.
En ese momento, la esperanza de vida distaba mucho de ser la que se tiene hoy y las muertes infantiles y juveniles eran más comunes, por lo que es una hipótesis que debe estudiarse.
¿Qué sigue para entender mejor a esta población?
Al ser estas conclusiones preliminares, requieren de mucho estudio para seguir dándole forma a la población que una vez habitó los alrededores del Río Danta, donde hoy está por ampliarse la ruta 32.
Por eso mismo, es necesaria una etapa de análisis de laboratorio y de enviar materiales a Estados Unidos, para que allá se les realicen pruebas de Carbono 14 con miras a determinar su datación.
“Es un trabajo en proceso. Nunca tendremos todos los detalles exactos de cómo fue, pero sí características que nos permitan comprender mejor a nuestros antepasados”, concluyó Zeledón.