Durante 46 días estuvo detenido por llevar botellas de agua a madres de presos políticos que realizaron una huelga de hambre en un templo católico en la ciudad de Masaya. Este es el relato de un nicaragüense solicitante de refugio, a quien, según dijo, las autoridades lo acusaron junto con otras 15 personas de tráfico y uso ilegal de armas, pero al no poder probarlo tuvieron que liberarlos a todos.
Esa fue una de las razones que, según su historia, lo obligaron a huir hacia Costa Rica, ya que desde que se integró a un grupo opositor de la dictadura de Daniel Ortega también se convirtió en blanco de la represión y, cuando intentó impulsar reformas para las elecciones presidenciales del 7 de noviembre, el asedio policial incrementó y vio su integridad en grave peligro.
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“Cuando empezaron a meter preso a todo mundo, mi familia y yo tuvimos que resguardarnos. Luego tuve la posibilidad de escabullirme del asedio y no regresé a mi casa porque estuve en un sitio de seguridad por cinco semanas. Como vi que la represión no mermaba, tuve que venirme para Costa Rica para continuar con mi incidencia por medios digitales, pero fue muy difícil porque tuve que dejar absolutamente todo atrás.
“Yo sabía que no me iban a dejar pasar por los puestos fronterizos oficiales entonces me tocó cruzar por un punto ciego de manera irregular. Cuando llegué aquí a solicitar refugio me dieron un carné provisional mientras continúo el proceso y me agendaron mi cita de elegibilidad para el 2026″, contó el ciudadano, quien aseguró que a otros amigos que también tramitaron el proceso igual le dieron sus citas para dentro de 5 o 6 años.
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El profesional recordó que el día que lo arrestaron, él junto con otras 60 personas intentó llevar agua a las personas en huelga de hambre, en su mayoría adultos mayores, pues la Policía había cortado el suministro de agua y energía eléctrica de la iglesia donde estaban. Sin embargo, los oficiales no los dejaron pasar e incluso los amenazaron con golpearlos y capturarlos si no se retiraban.
“Tomamos la decisión de irnos, pero cuando íbamos en nuestros carros a unas cuadras de la iglesia fuimos interceptados por patrullas, nos detuvieron y nos llevaron a Managua, a la cárcel El Chipote, que es donde están los presos políticos. Nos acusaron de tráfico y uso ilegal de armas, nos hicieron supuestamente pruebas de parafina y dictaminaron que teníamos rastros de pólvora en los brazos y en la cara.
“A los días de que nos detuvieron, nos pusieron en fila frente a nuestros vehículos y en nuestra cara iban con una bolsa sacando armas y poniéndolas en los carros. Como que querían que nosotros viéramos que estábamos en sus garras, que ellos hacen lo que quieren y que no podíamos hacer nada al respecto. Nos tomaron fotos y a los días esas armas ya estaban clasificadas como evidencia para usarla en el juicio”, relató.
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El nicaragüense señaló que como lograron realizar transmisiones por Facebook cuando intentaron brindar ayuda en la iglesia, algunas personas guardaron los videos. Eso ayudó a que las autoridades policiales no lograran sostener sus acusaciones por más de 46 días, por lo que tuvieron que liberarlos junto con muchos otros presos.
Anteriormente, cuando una persona era detenida, la Fiscalía y la Policía tenían 48 horas para acusarla o liberarla, pero Ortega hizo una modificación para ampliar ese plazo a 90 días. Dicho cambio, según el exiliado, se hizo para enviarle un mensaje a los líderes de la oposición sobre que podían ser apresados a pesar de no cometer un delito comprobable y únicamente bajo la excusa de que están siendo investigados.
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Según dijo el migrante, actualmente hay más de 150 presos políticos en Nicaragua, los cuales pasan aislados en celdas que no están construidas para larga estancia; deben dormir en el cemento sobre colchonetas simbólicas de una pulgada, en un sitio sin inodoros y con una pila de agua estancada. Algunas celdas ni siquiera tienen entrada de luz, además de que no se permite hablar ni leer y solo se sale para ser requisado.
“Todo lo que yo hago día a día es para poder regresar a Nicaragua. Y no me malentiendan, Costa Rica es muy lindo y ha sido muy amable con nosotros por abrirnos las puertas, pero quiero estar en Nicaragua, no acá. Yo sigo trabajando para ver de qué manera contribuir a que se restablezca la democracia en Nicaragua, liberen a los presos políticos y haya condiciones para el retorno seguro de los exiliados. Entonces sí, en cuanto yo pueda regresar a Nicaragua sin ir preso o que me maten, yo regreso”, finalizó.
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