“Yo soy vigilante del hospital desde hace más de 20 años y la verdad es que no me siento en capacidad de revisar los maletines de algunos doctores. Ellos atienden a mis hijos cuando se enferman, sin necesidad de sacar cita”, afirma este hombre de aspecto bonachón.
Tiene 50 años y atiende amablemente a los visitantes del hospital México, indicando, una y otra vez, dónde queda alguna oficina o la sala de pacientes.
Mientras responde a las consultas, otras decenas de pacientes pasan a su lado para desaparecer entre los pasillos del centro médico, donde, según las autoridades, se registran hurtos, robos y sustracciones de costosos equipos.
Esa es la realidad de muchos de los vigilantes hospitalarios, la mayoría de los cuales carece de experiencia policial. Lejos de vigilar, se convirtieron, con el paso del tiempo, en “oficinas de información de carne y hueso”.
“Esto es cierto, tenemos que cambiar el perfil de los vigilantes. Ahora, como en todo el país, hay más delincuencia y tienen que tener malicia para detectar gente sospechosa”, afirma Leonel Romero, jefe de Seguridad del hospital México.
Otros jerarcas de vigilancia, como Wilbert Lezcano, del San Juan de Dios, reconoció que varios de sus subalternos han sido atacados por delincuentes armados con cuchillos y puñales. “Necesitamos más capacitación y tenemos que tener mucho más cuidado que antes”, afirmó.
Los vigilantes no siempre revisan las pertenencias de los doctores o las enfermeras por “amistad”, o bien porque temen ser reprendidos.
Eso, estiman las autoridades, facilita en ocasiones el robo de costosos equipos médicos.