Sin saberlo y sin quererlo, nuestras prácticas al tomar antibióticos podrían estar alimentando “superbacterias”, es decir haciéndolas más fuertes que los tratamientos médicos. Ya hay algunas que resisten a más de una línea de antibióticos, por lo que reducen las opciones para combatirlas. A esto se le conoce como resistencia antimicrobiana.
¿Cuáles son estas malas prácticas y por qué causan tanto daño? La Nación repasa el tema de la mano de Marlen Arce Villalobos, coordinadora nacional de resistencia a antimicrobianos del Ministerio de Salud; Paola Morales Aguilar, de la coordinación servicios de farmacéuticos de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS); y Antonieta Jiménez Pearson, responsable del Laboratorio de Antimicrobianos del Instituto Costarricense de Investigación y Enseñanza en Nutrición y Salud (Inciensa).
Morales recordó que las bacterias, como cualquier organismo, van a intentar sobrevivir y van a mutar para subsistir y reproducirse. Si los medicamentos se usan de manera inadecuada se les dan más armas a las bacterias.
“No hay que minimizar el problema en el que estamos, si no actuamos, no solo nos quedaremos con pocas opciones, sino sin ninguna. Muchas veces las últimas opciones son las que más eventos adversos traen", aseveró Jiménez.
Estas son algunas de las prácticas dañinas que alimentan “superbacterias”.
1. Utilizar antibióticos cuando no hacen falta
La persona se siente “engripada” o acatarrada y busca un antibiótico, cuando lo más probable es que el causante de la situación sea un virus. Y los antibióticos no funcionan contra los virus.
Ningún médico debe recetar antibióticos contra un virus y ningún farmacéutico debe vender antibióticos sin una prescripción médica.
“Si el médico indica que no debe tomarse porque es una infección con un virus, no insistir en esto, porque no haría falta. Y esto más bien complica el problema con las bacterias", destacó Jiménez.
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Según las funcionarias, hay pacientes que se vuelven muy insistentes para que se les recete ese fármaco o personas que se las ingenian para conseguir y tomar antibióticos contra virus. Luego dicen que se sienten bien, pero en realidad es porque el cuerpo por sí solo combate un virus en cinco o siete días.
“El problema es que al hacer esto ponen presión para la resistencia antimicrobiana”, afirmó Morales.
La farmacéutica indicó que en 2022, una encuesta realizada por la CCSS determinó que el 47% de la población conocía para qué se usaban los antibióticos y era consciente de que no podían usarse para virus, hongos o parásitos. Sin embargo, más de la mitad, el 53%, lo desconocía.
Esta situación, remarcó Arce, es especialmente delicada cuando las personas se automedican, porque no solo se estarían haciendo daño, sino que en el caso de los antibióticos también podrían generar resistencia.
2. Terminar el tratamiento antes de tiempo
Es normal sentirse mejor antes de terminar el tratamiento, porque nuestro cuerpo ya ha logrado combatir las bacterias y el crecimiento y reproducción de nuevos especímenes es menor, pero esto no quiere decir que las bacterias ya se hayan eliminado del todo.
Si el tratamiento se corta, la bacteria que no había muerto tomará fuerzas y regresar al tratamiento anterior no le haría el mismo efecto. Esto podría llevar a la necesidad de medicamentos más fuertes (y con más eventos adversos) para poder combatir la infección.
“En futuras infecciones podría irle peor porque la bacteria ya sería resistente", resumió Morales.
3. No tomar el tratamiento a la hora correcta
Cada receta médica viene con una dosis y un horario en el que se debe tomar el tratamiento. Algunos son cada seis horas, otros cada ocho, otros cada 12. Esa recomendación debe seguirse al pie de la letra.
Morales explicó que si hay cambios en la frecuencia, aunque sean de un par de horas, la acción farmacológica cambia y puede aumentar la resistencia.
“Si no se cumple y pasa más tiempo, la bacteria comienza a mutar y comenzaría a complicar la enfermedad o a generar más resistencia”, expresó.
4. ‘Compartir’ antibióticos
Con buenas intenciones, hay personas que ofrecen medicamentos que a ellas les hicieron sentir mejor cuando estuvieron enfermas. No obstante, un mismo síntoma puede ser causado por varias fuentes, no necesariamente una bacteria (o no necesariamente la misma bacteria).
“Las recetas médicas son únicas. Se le da a un paciente específico para una situación específica. Si compartimos podríamos intoxicar a la persona y esto también aumenta la resistencia. No nos debe dar pereza ir a una consulta médica y que un profesional nos indique qué hacer", señaló Arce.
La regla de no compartir tratamientos implica que tampoco se les deben suministrar a las mascotas.
“Si el perro está mal no le dé su antibiótico, llévelo al veterinario como corresponde", resumió.
5. Desechar sobrantes en cualquier basurero
Ningún medicamento debería sobrar. Pero si así fuera nunca deben botarse como si fuera basura tradicional. Botar en el basurero o desagüe provocará que los fármacos salgan al ambiente. Esto podría aumentar la resistencia de las bacterias que están en el ambiente.
Para desecharlos deben llevarse a una farmacia o centro de salud. También hay dispensadores llamados “Punto Seguro” donde las personas pueden llevar los residuos de fármacos y sus envases.