Cinchona, Alajuela. El terremoto que estremeció el 8 de enero esta parte del país dejó visibles 180 deslizamientos en zonas montañosas, según contabilizaron los científicos del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori).
Los expertos calcularon que el evento telúrico – de 6,2°, escala Richter – movilizó entre 17,5 y 21 kilómetros cuadrados de laderas.
“Esa es el área que quedó sin vegetación”, explicó el vulcanólogo Eliécer Duarte, quien participó en el proyecto.
Los principales daños ambientales se centran en un cuadrante comprendido entre los macizos Poás y Congo, así como Varablanca (Heredia) y Cariblanco de Sarapiquí (Alajuela).
“El remezón de las ondas sísmicas en superficie generó lesiones graves en unos 60 kilómetros cuadrados. Más grave aún es el hecho de que el material rocoso, suelo y orgánico removido se encuentra en grandes cantidades suspendido en pendientes fuertes dejadas por los mismos deslizamientos”, señaló el Ovsicori.
El estudio se llevó a cabo con ayuda de fotografías.
“Aunque algunos deslizamientos solo involucraron la parte alta, donde arrancan las quebradas en lo alto de los volcanes, otros incluyen enormes y angostas áreas a lo largo de valles más encañonados. En algunos casos, los ya delgados interfluvios –canales del río– se deslizaron completamente hasta casi formar un terreno plano entre dos cauces”, puntualizó el informe.
Escondidos. Julio Madrigal, geólogo de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), advirtió que el trabajo solo incluyó los deslizamientos visibles.
“A las montañas se les cayó la piel y en algunos sectores lo que queda expuesto es la capa rocosa. A esos deslizamientos es posible contarlos porque se nota el desgarre, pero dentro de la montaña quedan muchos que no se ven.
“Con certeza hay afectación en toda la parte intermedia del río Sarapiquí”, comentó el experto.
El terremoto produjo una fractura en la falla de unos 12 kilómetros de longitud. La tierra se desplazó unos 90 centímetros, según estimó el Ovsicori.
De paso, se activaron otras fallas cercanas, entre estas las de San Miguel-Venecia, Bajos del Toro y el sureste del macizo Barva.
El sismo dejó 23 personas fallecidas, 17 desaparecidas, 400 viviendas destruidas y más de $100 millones en infraestructura dañada.
Avalanchas. En otro informe de campo, elaborado el 28 de febrero, el Ovsicori informó de que en los seis kilómetros que separan a San Miguel de Cinchona, las paredes del cañón del río Sarapiquí “se encuentran prácticamente desnudas”.
“En las cercanías de Cinchona, a lo largo del cauce, los agrietamientos y deslizamientos son abundantes. Otra parte de esos materiales se encuentran en el fondo de los valles, dispuestos a moverse cuando la lluvia los impulse”, expusieron los científicos.
El geólogo Madrigal agregó que cada uno de esos desprendimientos puede causar otros deslizamientos o flujos de lodo, sobre todo en las cuencas de los ríos Ángel, Santiaguito y La Paz.
Todos ellos descargan sus aguas en el río Sarapiquí. El día del terremoto, por este último descendió una avalancha que alcanzó una altura de entre 10 y 12 metros.
“Es un hecho que el proceso de inestabilidad va a aumentar. Eso dependerá de la precipitación. Queda mucho sedimento suelto; material volcánico muy alterado y de tipo arenoso.
“Lo esperable es que se presenten avalanchas. Las grietas de los terrenos fracturados podrían llenarse con sedimentos, pero eso siempre queda ahí. El riesgo no desaparece”, agregó Madrigal.
Como medida preventiva, la CNE instaló un sistema de alerta mediante radios a lo largo del río. Cualquier cambio en el Sarapiquí se avisa a las zonas bajas desde la parte alta de la montaña.
“El impacto en ecosistemas deberá ser ampliamente estudiado. Miles de hectáreas que combinaban musgos, orquídeas y especies únicas tomarán muchos años en recuperarse. Enormes parches de bosques primarios y secundarios también deberán ser sometidos a estudios específicos para determinar si se puede impulsar una regeneración acelerada”, recomendó el Ovsicori en su informe.