El cierre de las fronteras aéreas por la pandemia de coronavirus la enviaron sin salario a su casa durante cinco meses.
En ese tiempo se aferró a las ayudas para subsistir junto con sus tres hijos. También vendía pan casero a sus vecinos para ingresar unos pocos miles de colones.
Ahora, de regreso a su trabajo, apenas recibe la mitad de su pago cada quincena, con la presión de pagar deudas que se acumulan, entre ellas el alquiler de su casa.
Esta es la historia de Zianny Mejía, una mujer guanacasteca de 33 años, a quien las repercusiones de la emergencia sanitaria le han sacado lágrimas, al ver las necesidades en su hogar.
En su trabajo se desempeña como oficial de seguridad para una empresa en el aeropuerto Daniel Oduber, pero en su casa es una madre soltera que vela por el bienestar de sus tres hijos de 2, 6 y 14 años.
Sin ingresos, Zianny se aferró a los paquetes alimentarios del Ministerio de Educación Pública (MEP), así como de ayudas en especie de vecinos y de su patrono.
Esos diarios, sin embargo, no eran suficientes para satisfacer las necesidades en su hogar.
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De acuerdo con la madre, la única manera de que sus hijos más pequeños no pasaran hambre, era enviándolos a la red de cuido, donde los alimentaban.
“Ha sido una travesía muy grande porque usted sabe que como mamá, cuando un hijo te dice ‘mamá tengo hambre’ no puedes decirles que no. Uno tiene que ver de dónde saca y las necesidades cada vez aumentan más”, afirmó la mujer.
Mientras dos de sus pequeños permanecían en la guardería, Zianny aprovechaba para hornear pan y venderlo a sus vecinos.
De esa manera, al menos, se ayudaba con poquitos ingresos para pagar obligaciones básicas.
Ella todavía recuerda con angustia cómo empezó su suplicio, cuando la pandemia cerró aeropuertos y la empresa en la que labora tuvo que enviarla a su casa sin salario.
"Uno veía que cada vez venían menos pasajeros por la pandemia, pero sí me asusté cuando en un vuelo de una de las aerolíneas más importante apenas venían 20 personas, ahí sí me di cuenta que la situación se iba a complicar.
“A los días nos reunieron a todos, tuvieron que despedir a muchos compañeros. A los que quedamos nos dieron la carta de suspensión por tres meses, luego nos la extendieron por dos meses más”, afirmó Mejía.
Ahora, que regresó al trabajo con la reapertura del aeropuerto liberiano, en setiembre, su realidad tampoco mejoró significativamente pues debe pagar obligaciones acumuladas y apenas recibe la mitad de su sueldo.
Además, el propietario de la casa que alquila, en Liberia, le notificó que debía desalojar por falta de pago. Zianny no pudo cancelar un solo mes desde que quedó suspendida.
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La desesperación y la incertidumbre la invaden al no saber qué hacer. No tiene para dónde irse con sus tres hijos ni tampoco dinero para alquilar otra vivienda. Afirma que el padre de sus hijos se desentiende de los menores.
"No sé qué voy a hacer. Yo le pedí que me diera un poquito más de prórroga porque adónde me voy a meter con mis chiquitines. Tengo a mi mamá cerca, pero ahí también está mi hermana, la casa es muy pequeña y no tenemos espacio.
“He llorado bastante, ha sido muy difícil para mí. No solo por la preocupación de ver qué les puedo dar de comer a ellos, sino el hecho de que no quiero que se me enfermen, ni enfermarme yo, porque todo sería aún más complicado”, dijo.
Mejía reza para que la difícil travesía que pasa junto con sus hijos termine con la temporada alta de turismo. Ella espera que aumente la afluencia de vuelos comerciales para poder retomar la jornada completa en su trabajo.
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Los primeros meses de reapertura de actividades económicas en medio de la pandemia de coronavirus, apenas facilitaron que el 10% de trabajadores afectados con estas medidas retornaran a sus puestos o volvieran a su jornada completa.
Todavía hay 217.900 empleados con alguna de esas condiciones laborales, según el reporte que envían los patronos al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS).