"¿Por qué cree que no la llaman para darle trabajo?", le preguntamos.
"Por mi discapacidad. Cuando ellos me ven, dicen que me van a llamar, pero pasa el tiempo y no lo hacen".
Lo que ellos ven, describe Ana Lorena, es a una joven que renquea un poco cuando camina. "Pero casi ni se nota", se apresura a aclarar.
Ellos, los empleadores, también notan su brazo izquierdo. "Yo lo bajo normal, pero me cuesta estirarlo porque mis huesos se han encogido", explica.
Ana Lorena Porras Delgado le achaca a su discapacidad la dificultad para conseguir un empleo en el último año a pesar de haber enviado, al menos, una decena de solicitudes a diferentes empresas.
Tiene estudios en reposteria del área vocacional, en el Colegio de Gravilias, en Desamparados. También tiene acreditado el curso de manipulación de alimentos.
"Tengo dos años de haberme graduado, he enviado currículos a diferentes lugares de Desampa y no me llaman".
Brechas se mantienen
Esta joven forma parte de casi medio millón de personas que hay en el país con alguna discapacidad, según datos del censo 2011. Esto representa un 10,5% de toda la población nacional.
La estrategia para promover la inclusión laboral de este grupo, para el periodo 2016-2021, reconoce que el desempleo es uno de los mayores retos.
Elaborada por el Consejo Nacional de Personas con Discapacidad (Conapdis), que es el ente rector en esa materia en el país, esa estrategia puntualiza en los siguientes datos:
- Solo un 23% de las personas con discapacidad, entre 15 y 60 años, tiene empleo.
- La tasa de ocupación es muy inferior entre quienes tienen 36 y 60 años: apenas un 14% tiene trabajo.
- La mayor frecuencia de contratación se da en la empresa privada (42%).
- Las mujeres con discapacidad son más afectadas por el desempleo: un 77,8% no tenía empleo según el censo del 2011, frente a un 48,4% de los hombres.
Aunque los datos son del 2011, la situación no ha variado mucho en la actualidad. Más bien, podrían haberse incrementado desde entonces a pesar de la existencia de leyes que, en el papel, obligan a la protección de todos los derechos –incluidos los laborales– para personas como Lorena.
Está, por supuesto, la Ley 7600 de Igualdad de Oportunidades para las Personas con discapacidad, la cual obliga al Estado a garantizar el derecho aun empleo adecuado a las condiciones y necesidades personales.
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También los protege la Ley de Inclusión y Protección Laboral de las Personas con Discapacidad en el Sector Público, que establece la obligación de separar un 5% de los puestos en las instituciones del Estado para ellos.
La Dirección General del Servicio Civil tiene un proyecto, Emprende, para facilitar lo anterior.
Sin embargo, Lizbeth Barrantes Arroyo, directora ejecutiva del Conapdis, admitió que se requieren acciones que logren un mayor impacto en materia de empleo.
"A veces, hay oferta pero las personas con discapacidad no tienen las competencias porque muchos han sido excluidos del sistema educativo.
"El reto es ver cómo logramos que instituciones como el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) y el Ministerio de Educación Pública (MEP) elaboran una oferta de capacitación y formación inclusiva para estas personas", dijo Barrantes.
Barrantes dijo que están en proceso de generar los indicadores actualizados para, como ente rector, decirle al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social "esta es la brecha y estos son los plazos para reducirla".
"Acabamos de lograr que el IMAS (Instituto Mixto de Ayuda Social) incluya dentro de sus mediciones a las familias con personas con discapacidad que enfrentan situaciones como los costos añadidos por discapacidad (transporte especial, uso de bastón, sillas especiales y otros apoyos), porque hasta ahora no lo hacían.
"Los convencimos de que se tiene que hacer una medición diferente, porque había un doble castigo: además de no encontrar trabajo por su condición, no calificaban por estos costos añadidos que no consideraba el IMAS para otorgar ayudas", explicó Barrantes.
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La directora ejecutiva asegura que hay más apertura de las empresas a contratar estas personas, pero se debe trabajar más para fortalecer las competencias que les permitan calificar para los puestos.
"No es justo".
Lorena. Así prefiere que la llamen. Es la primogénita de Isabel Delgado, una mujer pequeña pero robusta, que se gana la vida como miscelánea en una empresa de limpieza.
La joven ve todos los días el gran esfuerzo que hace su mamá para traer recursos a la casa, en urbanización Los Olivos, en Aserrí, San José.
Ahí viven cinco personas, incluido Samuel, su primer sobrino, de diez meses.
"La parte izquierda de mi cuerpo no responde como se espera: desde el cerebro hasta al pie. Cuando yo estaba recién nacida, no se notaba mucho, pero después de cumplir el año aparecieron".
Lorena se refiere a las convulsiones, los dos o tres episodios diarios que padeció durante sus primeros 13 años de vida.
"Mi mamá siempre estaba ahí y me ponía alcohol para que lo oliera y sal para que reaccionara porque los ojos se me ponían blancos", recuerda.
Isabel contaría más tarde que aquellas convulsiones las causaba un quiste cerebral, por el cual su pequeña recibió tratamiento, pero que le dejó secuelas de por vida.
Esas secuelas están relacionadas con una menor velocidad para aprender lo que usualmente el sistema le enseña a niños sin dificultades como las de ellas.
"Entré a primer grado a los siete años, y a sétimo a los 14", contó.
En la escuela, estuvo en aula integrada. También en el colegio de Gravilias, en donde compartió junto a personas con síndrome de Down, dificultades para hablar o sordera los cursos que los prepararon para un oficio.
Ahí ella decidió ser repostera.
Eso es lo que la ayuda hoy. Hacer queques que le compran conocidos.
Porque no ha tenido suerte con ferias de empleo que han sacado centros comerciales, depósitos de materiales y tiendas en los alrededores de donde vive.
"Es que cuando me ven...", dice.
"No debería ser así porque todos somos iguales. Todos tenemos alguna discapacidad, porque no todos somos perfectos", dijo.
Su esperanza es que en diciembre alguien la contrate para apoyar en tiendas durante Navidad y fin de año, aunque su mayor sueño es encontrar un lugar donde le permitan realizarse como repostera.