Erick Mora Abarca tiene 51 años y la mitad de su vida ha trabajado en construcción de casas y edificios. Según dice, “en este oficio nada es suave”, porque todo requiere de mucho esfuerzo, principalmente físico, y hay que soportar las inclemencias del tiempo: la lluvia que complica las obras o el sol que hace más pesada la jornada.
“Cuando inicié el trabajo en construcción a título personal, era algo que me apasionaba, a pesar de que en el mercado había otras opciones de empleo, como agricultura, comercio y textiles. Sin embargo, el de construcción siempre fue el que más me interesó”, comentó el padre de familia, quien tiene más de 26 años de experiencia y normalmente trabaja 55 horas semanales, de 6 a. m. a 4 p. m. o hasta caer la noche.
Mora trabaja en el sector laboral con mayor incidencia de accidentes en el país, según datos suministrados por el Instituto Nacional de Seguros (INS). Relata que entre los riesgos más latentes están amputarse un dedo, quebrarse un pie, desmontarse un brazo o codo y caerse de una escalera, un techo o un andamio.
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Señala que cualquiera de esos percances pueden marcar a los trabajadores de por vida y que así lo ha visto con muchos de sus compañeros. No obstante, dice que uno de los peligros que más los atemoriza es que les caiga algo pesado sobre la cabeza y que los deje afectados para siempre o que incluso les provoque la muerte.
“En varias ocasiones he sufrido distintos incidentes, el último fue hace dos años que, por cosas que uno no espera, se me deslizó una escalera y al caer me afecté la tibia y el peroné, a tal punto que me tuvieron que atender de emergencia los especialistas de Ortopedia del hospital Max Peralta; ahí me realizaron una operación y me instalaron unos pines, y gracias a Dios y a ellos todo salió bien”, contó el trabajador.
‘Cuesta más’ con póliza
Algunas de las medidas de seguridad que toma este vecino de San Nicolás de Cartago en sus labores es siempre tener el área de trabajo limpia, las herramientas en buen estado y la protección básica para el uso diario como guantes, casco, orejeras y anteojos. Afirma que los cuidados son vitales, ya que no tiene póliza.
“No cuento con póliza debido a que el valor de la misma muchas veces nos encarece el valor del trabajo y cuesta más que el cliente nos lo dé, pero sí he logrado ajustar para tener un seguro independiente de la Caja Costarricense de Seguro Social”, manifestó el cartaginés, quien cobra a ¢2.000 la hora.
Mora dice que siempre lleva almuerzo a todas las construcciones en las que va a laborar, porque aunque en algunas casas le ofrecen un plato de comida o una taza de café, en muchas otras no le dan “ni un vaso con agua”. Además, menciona que comúnmente debe comer sentado en el suelo y que en esta ocupación “uno se acostumbra a comerse la comida fría”, porque casi nunca hay donde calentar los alimentos.
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En ocasiones, dice, el pago “no es justo” e incluso debe sacar dinero de su bolsillo para conseguir las herramientas adecuadas para hacer el trabajo. Por eso siempre cuida muy bien todos sus equipos, “porque cualquier daño sale muy caro y representa un gasto extra”.
También rescata que en este trabajo no siempre se tiene posibilidad de tomar vacaciones, “porque la situación económica está muy apretada y se debe de pulsear todo lo que se pueda para ver si nos alcanza la parte económica aunque sea para hacerle frente a lo básico”.
Por último, el constructor recordó que como esta ocupación no se aprende con libros o clases en un aula, el aprendizaje que dan los maestros de obras al inicio de la carrera es vital y por eso se deben acumular muchas habilidades y ponerlas en prácticas constantemente.
“Hasta la fecha quienes conocen a don Erick y sus clientes dan fe de sus trabajos de excelente calidad, que los hace con pasión, pero principalmente con mucha responsabilidad, puntualidad y honradez”, dijo Marjorie Sanabria, clienta frecuente de Mora.