Golfito, Puntarenas. Los tiempos en que los compradores llegaban a por montones al Depósito Libre de Golfito quedaron en el pasado.
Ahora, los mismos trabajadores y administradores del centro comercial reconocen que el negocio tocó techo y posiblemente no volverá a ser el de antes, aunque intentan rescatarlo con nuevas propuestas que atraigan a los compradores.
“Si nosotros logramos avances como la instalación de puestos de comida, ampliar los horarios, la tarjeta digital y la posibilidad de que la gente pueda hacer compras el mismo día, las cosas pueden mejorar, no como antes porque es difícil ya, pero podemos aumentar la visitación”, afirmó Gabriel Villachica, vicepresidente de la Junta de Desarrollo Regional de la Zona Sur (Judesur).
Vendedores cuentan que antes las tiendas funcionaban con hasta tres compañeros más, pero la baja clientela suprimió las plazas de trabajo. También se redujo la contratación de personal para época alta.
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Los acarreadores esperan sentados por clientes para cargar sus compras, pero cada vez son menos los que necesitan de sus servicios.
La poca actividad comercial del Depósito Libre se traslada al exterior del edificio, en donde algunos negocios establecidos de forma ilegal cerraron sus ventanas; otras sodas y restaurantes apenas sobreviven.
Ahora son pocos los camioneros que esperan las compras de los visitantes para transportarlas hasta el centro del país. Incluso, actividades irregulares como la “venta de saldos” dejaron de ser rentables para algunos vecinos que se dedicaban a esa labor.
En realidad, toda la economía de Golfito sufre por la caída del Depósito Libre, lo que revive viejas discusiones entre los vecinos, como la salida de la Compañía Bananera, en 1984.
“Yo estoy pensionado, pero trabajo aquí en el centro vendiendo mamón chino para ayudarme un poco con mi pensión que es muy baja. Aquí usted lo ve, cuesta mucho vender porque hay muy poca gente, prácticamente solo los vecinos y algún otro visitante que todavía viene aquí a comprar al Depósito. Esto que se está viendo ahora no se veía en la época bananera, todos teníamos trabajo aunque costara”, contó Bernardo Durán.
El campesino acompaña a su patrón, el estadounidense Robert Beatham, mientras ambos venden bolsas de mamones chinos. El foráneo llegó en un barco al puerto y luego se quedó en nuestro país, y adquirió terrenos para destinarlos al cultivo de palma aceitera y frutas.
Todavía con un capital para invertir, afirma que uno de los problemas que ha encontrado es la gran cantidad de trámites y trabas para realizar nuevos negocios, como por ejemplo ofrecer viajes turísticos a extranjeros por sus plantaciones.
“Estamos trabajando para traer turistas desde Puerto Jiménez a mi finca, para que vean todo el proceso productivo. Pero es difícil porque aquí en Golfito no hay tours, no hay nada. Entonces todo eso complica que vengan extranjeros hasta acá porque no hay desarrollo”, señaló Beatham.
Existe consenso entre los vecinos en la necesidad de impulsar el turismo con el Parque Nacional Piedras Blancas y el Refugio de Vida Silvestre de Golfito como principales atractivos, pero vecinos y empresarios se quejan de falta de apoyo gubernamental.
Afirman que, sin un plan integral, no pueden garantizar el arribo de turistas y la inversión sería muy riesgosa, por lo que tampoco tendrían acceso al crédito.
“¿Cada cuánto usted necesita una refrigeradora o lavadora?¿Para qué va a venir usted hasta acá si allá en el centro del país se la dejan en hasta 72 cuotas? El modelo del Depósito Libre de Golfito ya no funciona, el negocio es el turismo, pero sin un aeropuerto internacional los turistas extranjeros no van a venir hasta acá porque es demasiado largo”, afirmó Donald Mcguiness, empresario que preside la Asociación de Pesca Turística Costarricense.
La última gran inversión privada fue la Golfito Marina Village, inaugurada en 2017, pero que cerró este año golpeada por la situación económica del cantón.
Otra de las propuestas de Judesur, no solo para Golfito, sino para todos los cantones de la zona, es levantar oficinas e infraestructuras que podrían facilitar centros de atención remotos a las empresas de servicios establecidas en el centro del país. Eso permitiría contratar capital humano de la Región Brunca.
Pero mientras esas soluciones llegan, los problemas sociales afloran entre la pobreza, el desempleo y la necesidad en un cantón de 45.100 habitantes y con índice de desarrollo social de 21 sobre 100. Esa medición toma en cuenta satisfacción de necesidades económicas y de salud; seguridad, educación y participación social de las personas.
El narcotráfico echa raíces
En parques y aceras los vecinos murmuran sobre este problema. No se atreven a contar detalles, pero son suficientes para describir cómo el narcotráfico empezó a echar raíces en el cantón, aprovechándose del desempleo y la necesidad de muchos.
“El desempleo es tierra fértil para el narco y el Gobierno es el encargado de fertilizar la tierra”, dijo uno de los vecinos a La Nación.
Con un compañero de pláticas en un espacio público del cantón, cuentan cómo han visto y escuchado pasar lanchas a alta velocidad durante la madrugada.
“Usted puede ver hoy a muchachos que andan en bicicleta y puede regresar en un mes y los verá en carro y con negocios. Uno solo se pregunta cómo alguien que no trabaja ahora tiene toda la plata del mundo sin tener un empleo. Eso pasa mucho aquí", afirmó uno de los señores.
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Cantones cercanos no escapan de esa realidad. Los vecinos aseguran que el caso de la supuesta líder de narco, conocida como la Reina del Sur y detenida en Osa, es apenas uno de muchos casos, pues las organizaciones han empezado a echar raíces en la zona.
Temen que una guerra entre organizaciones criminales destapen un problema de violencia profundo en el sur del país
De hecho, a mediados de año, el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) denunció la falta de recursos para reforzar la zona sur, donde tiene 32 agentes para cubrir los 3.308 km de Corredores, Golfito y Coto Brus, donde se enfrentan a actividades de narco, lavado, contratabando y trata de personas.