Desde hace un tiempo, la sombrilla que Clency Arroyo compró para protegerse de la lluvia cuando salía del trabajo, se ha vuelto compañera cercana.
Ya no la usa para resguardarse cuando concluía sus jornadas de estilista, sino para cubrirse del sol mientras hace fila, a veces durante horas, en busca de empleo.
Clency, de 42 años, perdió su último trabajo hace un lustro.
Desde entonces, es parte de la masa de 218.000 habitantes que lidian a diario con el desempleo, dato que reveló la última Encuesta Continua de Empleo (ECE) al segundo trimestre del 2015.
Esa cantidad de desocupados equivale a un 9,5% de la fuerza laboral y aumentó 0,4% de un año a otro, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
La estilista es víctima de ese estancamiento.
“El cupo entre mujeres es muy limitado. Pasa en las empresas de seguridad. Mi hijo, en tres meses, encontró trabajo. Yo tengo un año buscando (en ese tipo de empresas). He pagado hasta ¢2.000 por ingresar a ferias de empleo”, denunció Arroyo, quien pone el rostro por las restantes 111.000 mujeres sin trabajo.
Esa cifra supera a la de hombres en paro: 107.000 a junio, estima el INEC.
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La lotería del empleo. Arroyo fue una de las 2.212 personas que el jueves 20 de agosto dejaron su currículo en la feria de empleo que organizó la Municipalidad de Heredia, junto con el Departamento de Reclutamiento de la cadena Walmart, para cubrir una rotación de personal cercana a los 30 puestos al mes.
En su mayoría, son trabajadores no calificados, como cajeros, seguridad, personal de panadería, carnicería, verdulería, bodega, cocina y empacadores.
Los asistentes ingresaban a las instalaciones de la antigua Escuela República de Argentina en grupos de unos 80, clasificados según el grado académico.
Luego, la firma escogerá entre ellos a sus futuros “asociados”, como llama a sus empleados.
Pese a que la cantidad de gente que asistió a la feria del jueves pasado, suena elevada, no lo es.
Esto si se le compara con las cifras de recepción de currículos que manejaron Walmart y el Grupo Monge durante los primeros siete meses del 2015.
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Frustración hace fila . El 5 de agosto, La Nación constató que cientos de personas hicieron más de 500 metros de cola para concursar por un empleo en el Palí de Oreamuno, en Cartago.
En un almacén de electrodomésticos, en el centro de esa provincia, se repitió el mismo panorama un día después.
Ante consulta de este diario, los departamentos de recursos humanos de ambas empresas revelaron que entre enero y junio pasados recibieron, entre ambas, 13.088 currículos.
Walmart reportó la recepción de hasta 6.000 hojas de vida, mientras que el Grupo Monge aceptó otros 7.088 solicitudes.
La cantidad de postulaciones sobrepasó en mucho el número de puestos vacantes: apenas 1.195 entre ambas cadenas.
De ese total, Walmart contrató a 1.055 personas y el Grupo Monge a 140. Solo un 9% de los 13.088 postulantes obtuvo empleo
Educación, un obstáculo. Los gerentes de Walmart y del Grupo Monge señalan la escasa preparación académica como uno de los obstáculos que impiden la contratación de trabajadores.
“La mayoría de personas no cuentan con la preparación o habilidades necesarias”, dijo Hugo Pereira, gerente general del Grupo Monge.
Por su parte, Yolanda Fernández, gerenta de Asuntos Corporativos de Walmart, señaló que tienen problemas a la hora de ubicar a trabajadores para puestos que requieren cierto grado de preparación técnica.
Saúl Lobo, de 25 años, y con seis meses de no trabajar, acude a ferias de empleo con la esperanza de saltarse el obstáculo que implica su poca formación, que llega a octavo año de secundaria.
“Ya he ido a tres ferias de empleo, y nada”, comentó Lobo, quien ha subsistido medio año haciendo jardines y dependiendo de sus padres.
En una situación similar se encuentra Diego Navarro, de 28 años, desempleado desde diciembre del 2014, y con apenas el sexto grado de primaria concluido.
Su dificultad para obtener un trabajo estable lo empujó hacia el empleo informal.
“Al trabajo que me salga tengo que entrarle”, comentó.
Esa informalidad es una salida cada vez más frecuente ante la escasez de trabajo.
Navarro, y otros tantos desempleados, renuncian a derechos laborales, como el pago mínimo y las vacaciones, con tal de ganarse unos colones que les permitan sobrellevar el desempleo.