Un 34% de las mujeres posee educación superior en Costa Rica frente a un 21% de los hombres.
A pesar de esa realidad, los porcentajes de inserción de las mujeres en puestos de trabajo están estancados desde hace 14 años. Es decir, desde el 2005, la tasa de participación femenina en el mercado laboral es del 44%, mientras que la masculina es de 66%.
Esta es una de las conclusiones que dio a conocer el programa Estado de la Nación con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el 8 de mayo.
De acuerdo con el análisis, cuando las mujeres consiguen empleo, es principalmente en servicios como la enseñanza, salud, tareas domésticas, administrativas y comercio, mientras que los hombres tienen una distribución mucho más diversificada.
Natalia Morales, investigadora del Estado de la Nación, explicó que uno de los problemas es que si bien las mujeres realizan más estudios y acceden en mayor porcentaje a la educación superior, se concentran en áreas que no necesariamente son las que tienen mayor mercado laboral, o incluso, estudian pero no necesariamente para salir a trabajar.
“Muchas de esas mujeres con muy buen perfil profesional están en el hogar, o algunas entran a trabajar a una edad joven y cuando están en la etapa de la maternidad se salen temporalmente del mercado y les cuesta mucho más volver, porque cuando lo deciden tienen poca experiencia laboral”, explicó Morales.
De acuerdo con la investigadora, también inciden en esa decisión problemas sociales y culturales que se asocian con sentimientos de miedo o dudas de insertarse en áreas dominadas por hombres, como las ingenierías, o ciencia y tecnología.
El subempleo, la informalidad y la poca valorización son otros de los problemas que sufren ellas a la hora de conseguir un trabajo. Este último, por ejemplo, implica ganar menos por desempeñar tareas iguales a las que realizan los hombres.
En el informe calificó estas condiciones como una “triple barrera”: la inserción, es decir participar en la fuerza de trabajo, la selección a la hora de obtener un empleo de calidad y la valoración, que se evidencia en la brecha salarial.
El Estado de la Nación concluye que estos obstáculos no solo perjudican a las mujeres y sus familias sino que el país desaprovecha el potencial de la mitad de su población.
Maternidad
De acuerdo con los investigadores, los factores de tipo demográfico y socioeconómico inciden en que una persona se integre a la fuerza laboral.
Así, por ejemplo, la oportunidad para una mujer profesional es del doble que la que tiene una que solo terminó la secundaria y 4,4 veces mayor que la de una que solo haya terminado la primaria, pero además la maternidad también incide, pues una mujer tiene 1,2 veces más oportunidades que una que tenga un hijo y 1,6 veces más que una que sea madre de tres.
Morales destacó que el rol de la maternidad sigue siendo un factor limitante desde la hora de escoger carrera y al buscar empleo.
Según dijo, es común que los patronos sopesen los pagos de las licencias de maternidad o en caso de que ya tenga hijos, se piensa que la mujer es la responsable de acudir a reuniones o atender emergencias.
“Muchos de estos roles del cuido siguen siendo responsabilidad de las mujeres, entonces el tema de que los padres no se involucren directamente sigue siendo un factor que limita este acceso al empleo de las mujeres”, agregó.
El análisis también destaca que el 80% de las mujeres ocupadas vive en zonas urbanas, mientras que en el caso de los hombres la cifra es del 72%.
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Según el informe , las mujeres deberían percibir remuneraciones por hora superiores a las de los hombres, dada su mejor calificación.
La brecha en este rubro ha fluctuado entre un 12% y un 17%, entre el 2013 y el 2017.
Morales detalló que esa brecha se da principalmente en empleos de calificación media y en algunas áreas segregadas y principalmente en el sector privado.
Además, no se trata solo de ingresos, sino a la posibilidad de acceder a ascensos o puestos de toma de decisiones.
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La información presentada con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer concluye que estas barreras de género se deben a factores culturales, que valoran de manera diferenciada los roles de mujeres y hombres en los distintos ámbitos de interacción y reproducen estereotipos.
Un ejemplo es la injusta distribución de las obligaciones domésticas, pues las mujeres siguen siendo las principales encargadas de realizar tareas como el cuido de personas y las labores del hogar, que no son remuneradas.
La investigadora agregó que los esfuerzos para derribar estas barreras deben empezar por resolver el tema del cuido, para que no recaiga solo sobre la mamá.
Igualmente, urgen haya ofertas públicas y privadas accesibles que incentiven el empleo con enfoque de género.
"Tratar de quitar esos mitos sobre lo que implica contratar mujeres, el mito de que el trabajo no remunerado está a cargo a las mujeres, el mito de que las mujeres no pueden dedicarse a áreas dominadas por los hombres, sobre todo en esos sectores más dinámicos...
“Eso se tiene que ver con la educación y también desde los sectores que se van a incentivar (...), la sociedad y el mercado no te lo resuelven si no hay política, si seguimos dejando en manos del mercado estas brechas nunca se van a cerrar”, concluyó Morales.