Despertar con las paredes de la casa orinadas, con heces en el jardín o con una pareja teniendo relaciones sexuales a escasos metros del patio se ha vuelto una tormentosa pero inevitable constante para habitantes de barrio Escalante, en San José, quienes luego de décadas de residir ahí, sienten ajena su comunidad por el exceso de “fiesta y desorden”, sobre todo en las noches, que se ha dado en los últimos años.
Así lo manifestó un grupo de al menos 30 vecinos del barrio que se acercó a La Nación para denunciar la “inoperancia y desinterés” de las autoridades por ayudarles a resolver este problema. Los ciudadanos se vieron motivados por el caso de Virginia Lovelia Madrigal, una residente de Heredia centro que realizó una huelga de hambre por casi una semana para pedir que intervinieran los comercios que no la dejaban dormir por el escándalo.
El grupo de vecinos reclamó que en los últimos años, barrio Escalante pasó de ser una zona residencial con restaurantes de fina gastronomía a prácticamente una extensión del concurrido y complicado barrio La California, conocido como centro de reunión de jóvenes en San José. Los habitantes aseguran que ellos no tienen ningún problema con que haya comercios, siempre y cuando acaten las normas de convivencia.
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Para este reportaje, este diario conversó con varios residentes que solicitaron mantener en reserva su identidad, pues aseguran haber sido amenazados por alzar la voz en otras ocasiones. Su principal queja es que hay establecimientos inscritos como restaurantes, pero terminan funcionando como bares y sin contención del ruido, con el aval de todas las autoridades.
Los vecinos entregaron a este diario copias de numerosas denuncias interpuestas, sin ningún éxito, ante la Municipalidad de San José y el Ministerio de Salud, porque según ellos, las entidades siempre envían a funcionarios a hacer las revisiones en días y horas en los que no se presentan los desórdenes. Por ejemplo, señalan que el problema sucede en las noches de jueves a domingo y que así lo indican en las denuncias, pero que las autoridades realizan sus visitas de lunes a miércoles, en horario diurno.
“Curiosamente, cuando Salud viene a hacer las mediciones, los lugares que siempre son escandalosos, ese día están en un absoluto silencio, lo que resulta en que Salud determine que no hay incumplimiento, se firma una hoja de la visita y archivan el caso. Todo esto se produce porque la legislación es inexistente o débil y pone en riesgo a las personas denunciantes, pero también por posibles irregularidades en las instituciones”, aseveró una residente.
Hubo quienes denunciaron la situación por años, pero como no obtuvieron resultados, optaron por vender sus casas y mudarse a otro lugar. Tal es el caso de una familia con más de 10 años de vivir allí, cuyo padre comenzó a presentar problemas cardíacos, por lo que decidieron irse a otro cantón. Lo mismo hizo una adulta mayor que vivió por más de 50 años al lado del parque Francia y que a pesar de que se crió en ese lugar e hizo su familia ahí, no soportó más el desorden y el escándalo que le afectaron su salud.
La presidenta de la Asociación Barrio Escalante Unido, Natalia Morales, declaró que la mayor problemática es con 10 establecimientos que en la práctica funcionan como bares, con música en vivo y DJ, principalmente en la calle 33, entre avenidas 5 y 11. Algunos incluso se promocionan en redes sociales como “bares”, a pesar de estar inscritos como restaurantes, y hasta se ubican a menos de 100 metros de clínicas y centros educativos. Según ella, algunos bares han migrado desde barrio La California, disfrazados de restaurantes.
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Otro recinto que agobia a los vecinos es un antiguo bar que ahora realiza fiestas clandestinas de 12 horas y que ha sido denunciado varias veces a Salud y la Municipalidad, pero como ya no cuenta con patente, las instituciones dicen que no pueden hacer nada. El director de la Policía Municipal de San José, Marcelo Solano, dijo que este ha sido un caso “muy complicado”, porque cada vez que los oficiales se apersonan para detener una fiesta, la dueña del lugar dice que esa es su casa de habitación y que se trata de una celebración privada.
Instituciones se tiran la bola
El jefe de la sección de Patentes de la Municipalidad de San José, Carlos Montero, confirmó a La Nación que conoce de las constantes quejas de los vecinos de barrio Escalante por este tema, pero señaló que desde su posición no considera que los comercios de la zona sean problemáticos y que lo que comúnmente ocurre es que cuando los clientes terminan de comer en los establecimientos, comienzan a ingerir bebidas alcohólicas y aumenta el ambiente festivo en los sitios, pero según él, sin salirse de control y sin representar un riesgo.
Afirmó que en los últimos años no ha habido un aumento exagerado de comercios en el barrio (a diferencia de lo que dicen los vecinos) y que su dependencia solo puede actuar con los negocios bulliciosos cuando el Ministerio de Salud haya girado una orden sanitaria. Dijo que dichas órdenes no se han emitido y que aunque él sabe que varios sitios no cuentan con suficientes paredes o aislantes de sonido, no puede intervenir en ese aspecto porque se sale de sus competencia e incluso podría verse en conflictos legales con comerciantes.
Montero aseguró que él nunca ha autorizado bares en barrio Escalante porque es una zona mixta (comercial y residencial), pero que tampoco puede negar la patente a un restaurante si cumple con los requisitos, sin importar el tipo de restaurante que sea. Sin embargo, destacó que en agosto le solicitó a Salud que antes de que otorgue permisos para espectáculos públicos a los restaurantes, realice las valoraciones pertinentes para certificar que los establecimientos cumplen con la contención de sonido, porque ha habido muchas quejas.
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Ante la situación, el director regional de Salud del área, Guillermo Flores, respondió que la Municipalidad también tiene una cuota de responsabilidad en este tema porque es la encargada de autorizar el certificado de uso de suelo a los negocios “previo análisis de las características del inmueble y las propias de la ubicación que detenta”. Además, indicó que la legislación actual establece que Salud solo revisa estos niveles de ruido luego de otorgar el permiso y únicamente si una persona presenta una denuncia porque se está viendo afectada.
Para el director de la Fuerza Pública de la zona, Randall Picado, lo que sucede en barrio Escalante es que los habitantes quieren acostarse a dormir a las 6 p. m. y que cierren todos los comercios de la localidad. Asimismo, resaltó que él también ha percibido que el barrio se ha convertido en una extensión de La California y que por eso la Policía ha cedido oficiales específicos para patrullar el lugar. No obstante, dice, nunca se le queda bien a nadie porque existen dos bandos muy marcados: los vecinos y los comerciantes.
Por su parte, el síndico Thomas Berscht califica la situación como una novela bastante larga con denuncias fundamentadas y funcionarios públicos que no dan la talla para hacer cumplir los reglamentos, entre ellos la directora de Salud Pamela Ruiz quien “no hace nada” por atender el problema. Reclamó que incluso ha habido restaurantes muy queridos que se han ido del lugar por el desorden y que varios comercios aprovechan un portillo del Instituto Costarricense de Turismo (ICT) para declararse de interés turístico y obtener patentes de licores que incluso les permiten operar las 24 horas. “Desean ser como la Calle de la Amargura (en Montes de Oca)”, dijo.
Consultada por La Nación, Ruiz respondió que las mediciones sónicas se realizan según la hora y día solicitado por el denunciante, apegado a lo establecido por el tiempo extraordinario, y que es falso que ha habido un aumento de denuncias por ruido, ya que “lo que se da por año en promedio son dos o tres denuncias del mismo denunciante, en donde se ha verificado y realizado la medición sónica no superando los niveles permitidos por el Reglamento”. Además, dijo que “no se ha evidenciado la realización de fiestas clandestinas”.
‘El barrio ha evolucionado’
Del otro lado de la historia se encuentra el grupo de comerciantes, entre ellos su representante Jorge López, propietario de Agüizotes, quien considera que los supuestos problemas que generan los negocios en realidad obedecen a un asunto de “percepción” de los vecinos, que no logran asimilar que “el barrio ha evolucionado”.
“Realmente problemas no hay. El tema es que no está muy claro cuál es la diferencia entre un bar y un restaurante. En algún momento se dijo que un restaurante es el que sirve comida y yo estoy seguro que todos los lugares del barrio sirven comida. Al final es un tema de percepción, porque creen que si hay música fuerte es un bar, pero todos hemos ido a comer a restaurantes de alta cocina que tienen música fuerte.
“Evidentemente, hace 15 años Escalante era un barrio muy bonito y elegante donde se iba a cenar con servilleta de tela, pero ahora evolucionó a una experiencia más bohemia, urbana y de ciudad, siempre con una oferta gastronómica top. La experiencia evolucionó con el tiempo y ya no es solo una cena formal con copas. Nos estamos moviendo a las tendencias internacionales de la industria y ahora hay un turismo gastronómico que antes no existía, de gente que disfruta la ciudad y no solo busca lo que le gustaba a nuestros papás”, explicó.
López dijo que si en el barrio existiera un bar donde se vendiera licor, cerveza barata y pura fiesta, él mismo tomaría acciones junto a otros comerciantes, porque no les conviene. Asimismo, rescató que incluso su restaurante Agüizotes ha tenido que evolucionar con el tiempo para adaptarse al nuevo barrio Escalante.
Por otra parte, una investigación de licenciatura en curso realizada por Douglas Guillén, estudiante de Geografía de la Universidad de Costa Rica (UCR), ha identificado que en barrio Escalante sí existe un problema de contaminación sónica según los parámetros de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero que el mayor ruido lo genera el tránsito vehicular o el tren y no específicamente los locales comerciales. Así lo ha registrado con instrumentos de medición de ruido suministrados por la Municipalidad de San José.
Mediante encuestas a vecinos, Guillén ha detectado que para los residentes menores de 35 años, el sonido que generan los restaurantes de la zona no afecta su vida cotidiana, pero cuando se le pregunta a personas mayores de 45 años, señalan que para ellos sí representa un problema. No obstante, el estudiante dice que todavía le falta camino a su tesis y que su propósito es dejarle al cantón un mapa de intensidad de sonido y un plano con la percepción de vecinos, con el fin de generar -en conjunto- un mapa acústico de barrio Escalante.