José Eduardo Duarte, de 71 años, no entiende por qué su “hermana menorcilla” lo dejó hace un mes internado en el Hogar de Ancianos Carlos María Ulloa, en Guadalupe.
Él comió tamales y tomó rompope, ayer, en la celebración de la Navidad que hizo este hogar. Sin embargo, él solo piensa en volver a estar con su mamá, a quien no ve hace un año, y a sus tres hijos.
“Vivía con mi mamá y hace un año me internaron en el hospital. Salí de allí y me fui a la casa de mi mamá, pero no había nadie, dicen que mis hermanas se la llevaron. Me topé a una hermana menorcilla y ella me dejó estar en su casa, no hallaba dónde meterme, cuando me di cuenta, ya estaba metido aquí. Quiero ver a mi mamá, es una abuelona, pero es una gran mujer. Me hace falta”, contó Duarte.
En este hogar, hay muchos ancianos que en estos días festivos son visitados por sus familiares y llevados a pasear o a la cena del 24 en casa; pero hay muchos que finalizan el día diciendo “hoy tampoco vino nadie a verme”.
Así lo cuenta Sonia Valerín, administradora de esta institución, la que atiende a una población de 205 adultos mayores.
“A veces, en las familias hay mucho resentimiento por la forma en que se comportó la persona en el pasado y no la quieren venir a ver. Algunos ancianos dicen que hace meses no los visitan y piden que les llamen a la familia. Uno los llama, pero solo excusas”, dijo Valerín.
Duarte también añora ver a su hija Ana Yancy, “una morenota”, y a sus dos hijos, Alberto y Alexánder.
“Apenas salga de aquí, lo primero que voy a hacer es ir a buscar a mi madre, que la amo con todo mi corazón, y a mis tres hijos”, añadió .
‘Esto es el paraíso’. Para Carlos Hernández, de 73 años, estar en este hogar de ancianos “es un paraíso”. Él lleva siete años aquí.
“Todos los días nos bañan, nos cambian de ropa; a veces nos dan regalos. Mañana (hoy para los lectores) nos dan ropa nueva. Lo único malo es la comida. Solo nos dan caldos y arroz; no hay variedad, sabe espantoso”, contó Hernández, quien es diabético.
Este adulto mayor llevaba 40 años de no ver a su hermana, que es el único familiar que tiene, pero en esta Navidad está muy contento porque desde hace un mes, ella lo visita todos los domingos
“Estoy feliz de que ella se contentara conmigo. No sé por qué estaba enojada. Cuando viene, hablamos de nuestra infancia, siempre fuimos muy unidos. Soy feliz cuando ella viene”, comentó Hernández, quien afirma que nunca se irá de este hogar.
“Aquí es muy divertido estar, uno no hace nada. Uno sabe que sale de acá a morir”, manifestó.
Cada año, 250 ancianos quedan en abandono, según el Consejo Nacional de la Persona Adulto Mayor (Conapam). Para agravar el panorama, la entidad estima que esa cifra crecerá un 20% con cada nuevo calendario.