Cuando se vive en una casa pequeña y cuesta tener comida en la mesa cada día, encarar el confinamiento de la pandemia es todavía más díficil.
Eso es que lo vivió Celia Sandí y su familia durante el último año.
En este hogar en Jericó de Desamparados, donde apenas comen con ¢75.000 mensuales, el virus no enfermó a nadie, pero le dificultó la vida a todos.
“Si pasábamos situaciones difíciles antes de la pandemia, ahora con este confinamiento ha sido tremendo, tanto emocional como económicamente, porque ha sido un estrés increíble para mi familia”, expresó esta madre de 39 años.
Doña Celia y su familia están entre las 310.000 personas que tuvieron las peores condiciones para enfrentar el “quedate en casa” recomendado por las autoridades de salud para disminuir las posibilidades de contagio de la covid-19.
Todas ellas habitan inmuebles de 60 metros cuadrados (m²) o menos, y además, están en mal estado.
Este es uno de los hallazgos del estudio realizado por el posgrado de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica (UCR) con apoyo del Estado de la Nación, y a partir de datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
El análisis dedicó especial atención en analizar la medida del confinamiento o “quedate en casa” frente a las desigualdades de los espacios residenciales.
El informe reconoce que un grupo de ciudadanos tuvo beneficios con la restricción de movilidad, como la disminución en costos de transporte, alimentación, vestimenta, salud y ahorro de tiempo en viajes.
Sin embargo, para aquellos sectores que antes de la pandemia ya tenían problemas con sus viviendas por el estado físico de la estructura, hacinamiento, contaminación, violencia doméstica, entre otros factores, “el confinamiento no ha hecho más que agravar la calidad de vida”.
El estudio destacó que un 8,5% de las viviendas del país está en mal estado, eso implica deterioro en techo, paredes externas y piso. Ese porcentaje equivale a más de 440.000 personas.
“Nos ha tocado sembrar nuestros propios alimentos para poder comer y eso también ha sido un privilegio, porque no todos los vecinos tienen ese campito para poner algunas hortalizas”.
— Celia Sandí, vecina de Desamparados
A esa cantidad se debe añadir un contingente de 1,7 millones de ciudadanos, que, aunque viven en términos más favorables, sus viviendas se consideran “deficitarias” o sin “condiciones óptimas”.
Sin embargo, al cruzar datos de tamaño de vivienda y estado de las mismas, surgen dos cifras. Hay al menos 2,2 millones de personas en todo el territorio que habitan inmuebles de 60 metros cuadrados o menos.
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Además, entre ellas, hay 310.000 que viven en casas, además de pequeñas, dañadas, como ocurre con doña Celia y su familia.
Ella celebra que al menos tiene un espacio fuera de la casa, que hizo un poco menos difícil la situación.
“Nos ha tocado sembrar nuestros propios alimentos para poder comer y eso también ha sido un privilegio, porque no todos los vecinos tienen ese campito para poner algunas hortalizas”, relató.
Único espacio
Como advierten los investigadores, con la pandemia, la vivienda se llegó a convertir en el único espacio de convivencia, que en teoría era un refugio seguro, pero también en espacio de trabajo, ocio y desarrollo de todo tipo de actividades para todos los ocupantes.
De esta forma, todos los miembros de la familia compiten por los espacios de la casa, no solo para el estudio, sino también para el teletrabajo, lo cual genera hacinamiento.
Dichas complicaciones aumentaron con el paso de la emergencia, porque en un año, la población ocupada que laboraba en su propia vivienda pasó del 6% a un 14%, más del doble.
Según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho), un total de 257.451 ticos trabajan desde casa, de los cuales 79.790 lo hacen en viviendas de 60 m² o menos.
“Un dato importante de observar es que entre los años 2019 y 2020, el aumento en la cantidad de personas que asumen la vivienda como su lugar de trabajo, se concentra en aquellas personas que habitan viviendas mayores a 60 m² y hasta 200 m².
“En los extremos, las viviendas más pequeñas y las más grandes, más bien ven reducirse su participación en el total de este grupo de trabajadores”, explica el estudio.
Ese fue el caso de Celia Sandí y su familia, para quienes teletrabajar no era opción, pues con costos consiguen empleos como choferes, empacadores, misceláneos o constructores, según relató.
Aunque recibieron la ayuda del bono Proteger por tres meses, los recursos se volvieron insuficientes.
Teletrabajadores por tamaño de casa
FUENTE: ENAHO 2020 || INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.
Más virus por déficit habitacional
La investigación de la UCR resaltó que la relación surgida entre la cantidad de casos positivos de coronavirus y el déficit habitacional por distritos.
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Como ejemplo, rescata la facilidad de propagación del virus en asentamientos informales por las condiciones de hacinamiento, baja dotación y calidad de servicios, falta de espacios públicos, deficiente red de espacios de movilidad y mal estado de las viviendas.
En ese sentido, el Banco Mundial advirtió en 2020: “El riesgo de contagio aumenta en los vecindarios que carecen de estructuras físicas y servicios que mejoren la habitabilidad, y donde los residentes no tienen otra opción que salir todos los días a buscar trabajo o servicios”.
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Por lo que, “en definitiva, la geografía económica, no la geografía física, determina el riesgo de contagio. Afirmar lo contrario es un mito urbano”.
En ese sentido, los investigadores argumentaron que las recomendaciones para prevenir los contagios, tales como lavarse las manos y el aislamiento social presuponen la existencia de condiciones básicas de vida y el acceso a servicios esenciales que no siempre pueden ser implementadas en barrios y asentamientos precarios.
Asimismo, subrayan que se debe tomar en cuenta que muchos de los residentes de esos lugares carecen de ingresos mensualizados y fijos, lo que les impide planificar los consumos y salidas por las compras, que se realizan prácticamente de manera diaria.
“De igual manera, para una población con una alta presencia de empleo informal, aislarse, quedarse en casa significa ver comprometido el sustento básico de la familia, se ven expuestos al contagio ante la necesidad de lograr un ingreso aún en el marco de la cuarentena”, añadieron.
Mapa de casos covid-19
FUENTE: SNIT/ MINISTERIO DE SALUD || INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.
Espacios y luz
Con el fin de atender estas complicaciones, los investigadores de la Maestría en Vivienda y Equipamiento Social del Posgrado de Arquitectura, recomendaron una serie de medidas para mejorar la calidad de vida de los habitantes.
1. Diseño de viviendas modulares y con estructuras flexibles que permitan separaciones entre espacios, que, si son movibles, se puedan adaptar al gusto o necesidades de sus usuarios, con un mobiliario reconvertible.
2. En el caso de las viviendas pequeñas y sin luz natural, proponen que puedan ser articuladas a espacios como balcones, patios o jardines, que permitan acercar el exterior al interior de dichas viviendas.
3. Respecto a la vivienda social, indican que se debe garantizar que la casa, sin importar su tamaño y ubicación, logre relacionarse con el entorno.
También que cuente con accesibilidad y transitabilidad hacia los espacios urbanos para su disfrute, limpieza y mantenimiento, cuando estos espacios existan, y que de no existir, como en el caso de los asentamientos informales, se busque la manera de crear zonas externas seguras.