En un momento difícil de su vida, Yessenia Prado llegó junto con dos de sus cuatro hijas a un pequeño precario en Cristo Rey, de San José, donde vivía su madre.
Eso ocurrió en 1996. Inicialmente creyó que su estancia ahí sería pasajera, pero se extendió por 24 largos años.
Ahí crecieron sus cuatro pequeñas, en medio de necesidades y peligros. Al principio ninguno de los ranchos tenía agua potable, electricidad ni tampoco servicio sanitario.
Entre los mismos vecinos hicieron ahorros para llevar al menos esos servicios básicos a sus viviendas, con piso de tierra y paredes de lata y cartón. Cuenta Yessenia que eso provocaba que durante las mañanas se sintiera un sofocante calor y en las noches un intenso frío.
La lluvia también se filtraba.
Muchas de las personas que ahí vivieron, hoy padecen de enfermedades respiratorias. Ellos lo atribuyen a esas condiciones inhumanas.
Su cuarto, afirma, era a la vez cocina y sala.
Cuando salían de sus casas, los vecinos caminaban temerosos por los trillos, ante la posibilidad de ser asaltados y quedarse sin sus pocas pertenencias.
Hubo un tiempo donde la droga también era una amenaza para niños y adolescentes. Los mismos vecinos se unieron para alejar esa problemática.
Otro gran temor era a la posibilidad de un incendio, pues los ranchos o casas solo tenían una salida.
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En una de las tantas navidades que vivieron ahí, una persona prendió fuego a las latas con gasolina.
"Usted dormía sin saber si iba a despertar mañana. En un diciembre nos prendieron fuego, se quemaron dos ranchitos. Nosotros vivíamos en el fondo y gracias a Dios nos salvamos, porque los bomberos vinieron a tiempo.
“Ese momento fue terrible, todos gritábamos y llorábamos. Tuvimos que pasar bajo las llamas mientras nos tiraban agua para que pudiéramos pasar, fue terrible, ocurrió a la medianoche. Vino una persona y nos prendió fuego con gasolina, saber que nos pudimos haber muerto todos aquí, sin tener por dónde salir”, afirmó Prado.
Mientras contaba todas esas historias, hablaba con ilusión sobre cómo su vida empieza a transformarse, después de tanta zozobra, pero siempre con la esperanza de que llegarían tiempos mejores.
Recién a inicios de año fueron desalojados del asentamiento informal, en donde ahora se levanta un condominio vertical, que albergará a las mismas 22 familias que ocupaban esos ranchos.
Mientras tanto, esas personas viven en casas de alquiler, con ayuda de un subsidio económico que entrega el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS).
En abril de 2021 volverán al que fue su hogar durante tantos años, pero ahora con condiciones dignas.
Yessenia recuerda con pesar las veces que sufrió rechazos por vivir en un precario. Incluso, cuenta que cuando desalojaron el tugurio personas se burlaban y decían cosas sobre ellos.
Ahora, ruega por ser aceptada de nuevo en la sociedad.
"Yo quiero que la gente sepa que nosotros no somos una escoria para la sociedad, somos seres humanos con sentimientos y con deseos de que la gente nos mire como personas.
"Somos personas que merecemos respeto e igualdad, la diferencia era que vivíamos entre latas, pero era un hogar decente, pobre, pero de gente que salía a trabajar sin hacerle daño a nadie.
“Merecemos un hogar digno, al igual que las personas que nos escuchan (leen) en estos momentos. Un hogar en el que vamos a dormir y no vamos a estar pensando en que va a venir alguien a prenderle fuego a las latas como lo hicieron, a amanecer entre llamas”, afirmó Yessenia.
Ella vivirá junto con tres hijas en una de las 22 viviendas en la torre de condominio de bien social, construida por el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU).
Según Jennifer, su hija más joven, de 20 años, esto las impulsa a continuar estudiando y esforzarse para salir adelante.
"Tenemos mucha emoción, porque aquí muchas veces la pasamos muy duro. Ahora va a ser diferente porque vamos a tener una casita digna, algo que nos llena de alegría.
“Nos va a dar ese impulso a salir adelante, a que terminemos los estudios para que todo sea diferente. Queremos demostrar a todas aquellas personas que se reían de nosotros cuando íbamos saliendo, que somos personas que tenemos sentimientos y que queremos progresar”, dijo la muchacha.
La otra hija de Yessenia, con dos niños, ocuparán otra casa. Mientras que su madre y su tío vivirán en otra vivienda, adaptada para adultos mayores.