Carlo Díaz Sánchez, fiscal general de la República desde hace un año, nació y creció en las montañas de Aserrí. Fue en aquellos cuestones donde empezó a entrenar las piernas para el ciclismo y donde obtuvo su primer trabajo cogiendo café, aunque, irónicamente, nunca le encontró el gusto a esa bebida tan tradicional.
Sentado en un anexo de su despacho, frente a una estatuilla de un ciclista, el fiscal, de 50 años, se permitió sonreír muchas veces y confesó varios detalles de su vida que no muchos conocen y que son imperceptibles a simple vista.
De cuatro hermanos, él es el mayor. Su padre, quien se dedicaba a vender páginas amarillas, le inculcó tanto su amor por el Deportivo Saprissa como su interés por el Derecho. Todos sus estudios los realizó en el sistema público. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Costa Rica y tiene una maestría en Derecho con énfasis en Derecho Penal.
Con más de dos décadas al servicio del Poder Judicial, Díaz se desempeñó como fiscal adjunto en las fiscalías de Limón, Desamparados, Heredia, Alajuela y Asuntos Indígenas. También fue jefe de la Unidad de Monitoreo y Gestión de Fiscalías.
Según comentó el funcionario, solía rotar de fiscalía a fiscalía por su capacidad para mejorar el ambiente laboral. Por eso, desde que asumió la jefatura del Ministerio Público, mejorar el ambiente laboral fue una de sus prioridades, e incluso creó una Comisión de Ambiente Laboral.
Con el paso del tiempo, y la influencia de su papá, descubrió otras pasiones, como el fútbol, donde se reconoce malo, y el ciclismo; no obstante, fue a la última disciplina a la que eligió dedicarse con más seriedad.
“Mis papás siempre nos metieron en deportes. Mi papá siempre nos compraba bicicletas para Navidad”, recordó el Fiscal.
Aunque así fue como descubrió lo mucho que le gustaba pedalear, no fue hasta 1998, cuando fue trasladado a trabajar a la Fiscalía de Limón, cuando abrazó definitivamente al ciclismo.
“Había otro fiscal que ahora es juez, un amigo mío que se llama Daniel Sánchez, y él quería que todos anduviéramos con él en bicicleta. Como nos motivó, compramos bicicletas y nos las llevamos a Limón y cuando salíamos del trabajo, o a veces en la madrugada, íbamos y dábamos una vuelta por Santa Rosa, eran como 25 kilómetros”, mencionó.
Experiencias inolvidables
Convencido de que cada una de las experiencias vividas le enseñó algo, el fiscal recordó las penurias que pasó en sus primeras carreras oficiales. Una de ellas fue hace 20 años, cuando junto con sus compañeros se animó a hacer la famosa Ruta de los Conquistadores.
“Yo ni sabía qué era eso, me inscribí pensando que era cualquier cosilla. Me imaginaba que era duro, pero no como fue”, expresó entre risas.
En medio de dolores musculares y una bicicleta que no era la ideal para el recorrido, el fiscal logró terminar su primera ruta. Sin embargo, pese a que hizo otros recorridos más, hasta el 2018 fue cuando asumió el ciclismo de manera profesional.
Ese año comenzó a competir en ciclismo de ruta, muy diferente al mountain bike que practicaba antes. Este tipo de ciclismo le enseñó a trabajar aún más en equipo, algo que para él es muy importante en su profesión.
Desde entonces, su lugar favorito para rodar es Guanacaste, ya que las calles son más planas y esto hace que sean menos propensos a accidentes. Sin embargo, no se ha librado de ellos.
Entre su memoria vive el recuerdo de la vez que compartió una caída con el portero retirado Erick Lonnis en una Vuelta amateur en San Carlos y la vez que la pasó muy mal con sus compañeros en una Vuelta máster en Guatemala, antes de la pandemia.
“Fuimos muy limitados, nos tocó hospedarnos en un lugar muy feo, no teníamos carros, estaba muy cansado, el primer día era muy caliente y nadie nos daba agua. Al otro día fue todo lo contrario, nos llevaron a un frío terrible y yo no llevaba abrigo”, recordó Díaz. “Al año siguiente mis compañeros fueron, pero a mí mi hija me recordó que yo dije que no quería volver”, agregó entre risas.
Pese a estas curiosas experiencias, cuando se le preguntó por el significado del ciclismo en su vida respondió sin pensarlo: “es la mitad de mi vida”. Reconoce que desde que asumió el cargo, bajó la intensidad de los entrenamientos; no obstante, no lo deja porque para él es una necesidad.
“Ya estoy retomando, entreno al menos tres veces por semana y los días que no hago ciclismo voy al gimnasio”, comentó.
’El Estado debe invertir en deporte’
Para el fiscal, quien expresó una gran admiración por el ganador de la Vuelta a Costa Rica y la Vuelta a Chiriquí, Federico “Lico” Ramírez, el deporte mantiene a los jóvenes alejados de la delincuencia y de las drogas y les enseña liderazgo.
“Nosotros que hacemos visitas en Limón y Puntarenas, cuando vamos a los lugares muy marginales nos cuestionamos ‘¿qué oportunidades hay ahí para estas personas? Ninguna, de ningún tipo”, lamentó. Por eso considera que el Estado debe invertir más en el deporte, especialmente en las escuelas y colegios. “Usted ve en Estados Unidos y a los jóvenes los obligan a llevar un deporte y eso les abre oportunidades de becas”, explicó.
Según el fiscal, los lugares con mayores índices delictivos son aquellos con menos oportunidades, por lo tanto, estima prioritario que se establezcan escuelas y oportunidades deportivas en esas áreas. “Los programas deportivos deberían ser una obligación en todos los centros educativos, pero no como ahora, que los ponen a correr, sino dar oportunidades de verdad”, recalcó.
Su otro oficio y los amores de su vida
El tener que asumir la responsabilidad como fiscal general nunca le infundió temor, aunque confesó que pasó noches sin dormir pensando en cómo organizar sus iniciativas.
Pero así como no le atemorizó asumir este cargo, tampoco le intimida cambiar su vestimenta formal por la de un trabajador de campo, ya que esa es su indumentaria de trabajo todos los sábados, días en los que labora en una finca de su papá, don José Ovidio.
Mostrando los callos en sus manos, el fiscal aseguró que, al igual que en su infancia, los fines de semana se calza las botas de hule para adentrarse en el campo y, con ayuda de un machete, trata de acicalar la propiedad.
“Ahorita tenemos árboles frutales, pero es muy empinado, aunque tiene una vista muy bonita”, aseguró.
Otra de sus felicidades es su familia, especialmente hija María Gabriela, de 25 años, quien hace 11 meses lo convirtió en abuelo de un hermoso niño.
Orgulloso y con una enorme sonrisa, el fiscal mostró un video en el que se observa a su nieto montar una bicicleta de balance. Todo parece indicar que seguirá los pasos de su tito.
“Estoy muy feliz con ellos dos, mi hija siempre ha sido todo para mí, todo lo que he hecho lo he hecho por ella y ahora también por él, por el chiquito. También tengo tres sobrinos que son como mis hijos, los amo mucho. Entonces, en realidad es como si tuviera cuatro hijos”.
Cuando mira hacia adelante, Díaz sostiene que nunca lo van a sacar de terruño aserriseño, aspira a dejar un Ministerio Público mejor del que encontró y lograr en alguno años, un sueño que siempre tuvo: su propio despacho.