Una artista que no puede ser definida por una sola tendencia y cuyas pinturas permiten a las personas descubrir y sanar sus propias vivencias; así se puede resumir el trabajo de Man Yu Fung, una china costarricense que no solo ve el arte como algo que emerge de los óleos, sino que va más allá: cada vez que puede, entrega comida a los habitantes de la calle.
Durante once años, la artista ha mantenido viva esta tradición, la cual surgió de una experiencia personal que tuvo hace más de 24 años, cuando fue indigente mientras estaba embarazada de su hijo mayor. Ahora, busca acompañar a las personas en situación de calle como una forma de “llevar el arte hacia afuera”.
El arte de entregar comida a los habitantes de la calle
La pintura es solo uno de los escenarios del arte. Esta es la visión de Man Yu, quien considera que todas las personas realizan un performance (actuación) en el “escenario de la vida”, por lo que su mera existencia las convierte en artistas. En consiguiente, cree que repartir comida a las personas en situación de calle es otro de los elementos del arte humanístico.
En cuanto a su estudio pictórico, Man Yu comenzó con el nudismo, en obras que exploran la fisionomía y la anatomía, pero que en realidad tratan sobre la introspección del ser humano. En sus piezas también aborda temas como el veganismo y el cambio climático, que han sido seleccionadas para el Sello Conmemorativo de Aniversario de las Relaciones Diplomáticas entre China y Costa Rica en el Correo Postal de China, entre otros premios.
Más allá de los reconocimientos, llevar a cabo las reparticiones de comida le permiten conectar con las personas. Aunque sabe que un almuerzo o una cena no cubre todas sus necesidades, busca transmitirles que no están solos: “Hay gente que los quiere y eso es como una forma de abrazarlos”, comentó.
En una entrevista con La Nación, Man Yu contó que la idea de repartir comida surgió de una serie de vivencias personales. Quedó embarazada cuando tenía 21 años y la noticia fue difícil de aceptar para su padre, quien venía del ejército chino. Lo consideró como una deshonra familiar, por lo que ella abandonó su hogar y buscó refugio con su hermana mayor en Miami Beach, Estados Unidos, pero allí también enfrentó dificultades.
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La artista, que entonces tenía cerca de cinco meses de embarazo, recibió amenazas de muerte en esa residencia y decidió buscar ayuda con uno de sus amigos por correspondencia (penpal, en inglés). Nuevamente se mudó de hogar, pero el hombre que le abrió las puertas lo hizo con la intención de robarle su bebé. Afortunadamente, ella logró escapar.
Sin destino a donde dirigirse, empezó a caminar por las calles y allí permaneció durante meses. Se vio obligada a comer comida de la basura, ya que no tenía otra opción. Aunque enfrentó muchas situaciones de miedo, recuerda que encontraba consuelo en su bebé, a quien sentía crecer.
Logró regresar a San José, Costa Rica, un mes antes de dar a luz. Se estableció con un trabajo como rescatista de catástrofes naturales y, mientras continuaba creando diversas obras artísticas alineadas con sus valores, comenzó a celebrar cenas navideñas para las personas en situación de calle.
En estas cenas no solo proporciona alimentos desde su propio bolsillo, sino que también regala artículos personales y de entretenimiento a cada uno de los asistentes. En la edición de 2023 asistieron 150 personas, quienes recibieron invitaciones personales para el evento, y para este año anhela realizar la cena para 200 individuos en condición de calle, en colaboración con patrocinadores, hoteles y otros aliados.
Man Yu, la artista que encontró el arte en lo más oscuro del ‘bullying’
“Ojalá pueda siempre transformar al humano en la mejor versión de sí mismo”, dice Man Yu desde su estudio artístico, rodeada de fascinantes obras que cuentan historias profundas y distintivas.
Su intención es que, al observar una de sus piezas –sean pinturas, esculturas o performances– los espectadores experimenten una conexión. Busca ayudarles, de alguna manera, a llenar un vacío físico, emocional, espiritual o intelectual con su arte, pues eso es lo que ocurrió con ella.
Man Yu nació en Hong Kong, China. Allí creció hasta que emigró a Costa Rica con su familia cuando tenía ocho años. Al llegar al país centroamericano no tuvo las mejores experiencias; sufrió bullying durante años por no hablar español y en el colegio se rebeló contra las injusticias que había sufrido. En medio de todo, lo que siempre la ayudó a refugiarse fue lo mismo: el arte.
Cuando estaba en la escuela, desde el tercer hasta el sexto grado, sus compañeros la agredieron verbal y físicamente. La empujaban desde las ventanas del bus e, incluso, el chofer formaba parte de los agresores, ya que no se detenía en su parada y la obligaba a correr todas las mañanas para alcanzar el vehículo.
Recuerda que las clases eran su parte favorita, porque en ese momento no podían burlarse de ella. Cuando llegaba la hora del recreo salía de inmediato hacia los baños y, encerrada en los compartimentos, comenzó a conectar con el arte. Además de interpretar los graffitis en las puertas, ella misma ilustraba historias de niños que llevaban una “vida normal”.
Aunque con el tiempo descubrieron su secreto y le prohibieron encerrarse en el baño, su pasión por crear no se apagó. La misma soledad y la barrera del idioma causó que no tuviera el mejor desempeño académico, por lo que sus padres intentaron revocarle los pinceles para incentivarla a estudiar. Esto tampoco la detuvo. En las madrugadas levantaba el colchón de su cama y, con un pequeño lápiz que había escondido, dibujaba sobre todas las tablas de madera.
Su primera pintura surrealista surgió durante este periodo de sufrimiento. El cuadro muestra un traje humano colgado en una percha, cerca de una cuna. La artista explicó que el simbolismo de esta obra reside en que, como una niña incomprendida, colgaba su piel de adulta, pues sentía que lo que vivía era demasiado pesado para su edad. La cuna, colocada al lado, representa su esencia pura, la de una bebé.
Después de graduarse de la escuela, cuando ya hablaba español, sus padres la matricularon en un nuevo colegio, también en San José. En esas aulas empezó a defenderse de los abusos que vivía a diario, al punto que se convirtió en una persona sumamente violenta, lo que llevó a su expulsión del centro educativo. Como resultado, tuvo que terminar sus estudios de bachillerato por madurez.
A pesar de las dificultades que ha atravesado en la vida, su trayectoria artística ha mantenido una profunda empatía y se ha alineado con el ritmo del mundo. Por eso, ella ha explorado diversas formas de mantenerse actualizada, ya sea en corrientes como el tradicionalismo o el futurismo, y se mantiene cercana a las tendencias en redes sociales.
En su perfil de Instagram, Man Yu suele compartir momentos de las cenas navideñas y de sus entregas de comida, las cuales realiza semanalmente acompañada por sus hijos: David y Gabriel. No lo hace para “figurar”, sino que desea conectar con más personas y motivar a quienes estén dispuestos a ayudar a los habitantes de la calle.
“Nosotros los seres humanos siempre estamos buscando la supervivencia, entonces automáticamente uno se refugia en algo, en cualquier cosa. Gracias a Dios yo tuve un pilot en la mano, un pincel, un lápiz (...). Si un vaso se destroza en mil pedazos, uno nunca lo va a pegar igual, pero se transforma sabiendo la importancia del arte. Entonces todas las temáticas de mi arte pretenden salvar a alguien de alguna forma”, finalizó la artista nacional.