Para el año 2001, la cantidad de mujeres en puestos de mando apenas llegaba al 11%, 20 años después esta cifra se ha casi triplicado, con 29% de las posiciones de mando siendo desempeñadas por mujeres a nivel global.
Este cambio no se dio de la noche a la mañana, requirió de ajustes estructurales importantes, años de trabajo en cuanto a formación, oportunidades y captación de talento por parte de las compañías, muchas veces lideradas por hombres.
Un espacio laboral moderno y con la capacidad de asimilar e implementar estos cambios, no debería ser una estructura rígida, con cuotas de “diversidad” ilógicas y caminos burocráticos interminables, los cuales finalizan con candidatos poco calificados independientemente de su género.
Una compañía verdaderamente interesada en la equidad busca la excelencia, y la excelencia en todos sus sentidos, sin importar su procedencia, color, ideología, preferencia sexual o género.
Esta búsqueda debe ser proactiva y pensada, anclada en valores que no solo definen a la empresa y la hacen crecer, pero que moldean cada aspecto del trabajo dentro de ella.