Cookie Mueller: morir joven, vivirlo todo
¡Hola! Mi nombre es Doriam Díaz, periodista, editora y fiebre del arte y la cultura. Por tercera semana consecutiva seré su guía en este viaje por algunas recomendaciones y actividades. Hoy, el lector de hueso colorado Alberto Calvo, editor periodístico y del sello Los Tres Editores, nos comparte esta reseña. ¡Que la disfruten!
Cada vez que Cookie Mueller tuvo la oportunidad de llevar una vida segura y estable, la dejó pasar. Porque ¿para qué echar raíces, para qué sentar cabeza, si se puede vivir en pos de la aventura?
En primer lugar, lo que Cookie cuenta en Caminar por aguas cristalinas en una piscina pintada de negro, una vasta recopilación de textos autobiográficos, es todo lo que los lectores nunca seremos, todo lo que nunca podremos ser. Es decir, al contar su vida sin velos ni filtros, nos obsequia todas las vidas posibles. O, al menos, un buen puñado de ellas.
¿Y quién era?, se preguntarán. Difícil de explicar. Malvivió en los años 70, en su Baltimore natal, a la sombra de figurones como John Waters, en cuyas estrafalarias películas tuvo algunos papeles secundarios. Entretanto, para llegar a fin de mes, se desempeñó en oficios anodinos –dependiente de tienda, camarera– y en otros más lúdicos –bailarina de striptease–, siempre al borde del aburrimiento, siempre lista para tomar un autobús (o un avión) y largarse a otra parte.
Comandó un velero sin saber navegar. En San Francisco, estuvo a solo dos minutos de conocer por casualidad a Charles Manson (suerte tuvo, y mucha). Dejó reducida a cenizas –sin querer– la casa de un amigo en unas vacaciones quizá demasiado memorables. Tuvo un hijo. Salvó de sobredosis de heroína a compinches de fiesta mediante técnicas más que dudosas. Se enamoró perdidamente de hombres y de mujeres. Viajó, escribió y al final, harta de hacer siempre lo que quiso, sin reglas ni ataduras, se murió a los 40 años.
Todo lo cuenta en este libro-testamento, un amplio recorrido por los vagabundeos vitales de una artista inclasificable.
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