Ángela Ávalos Rodríquez

   Bienestar

Soy Ángela Ávalos Rodríguez, periodista especializada en salud, encargada de este boletín. Si le parece útil, reenvíelo a sus amigos o familiares, y  recomiéndeles registrarse también en este enlace.

Los temas con influencia en nuestras vidas:


Sábanas en el piso como camas




Las fotografías de enfermos tirados sobre sábanas en el piso de Emergencias, en el hospital de Guápiles, duelen profundamente porque se convierten en símbolo de la situación actual de nuestro sistema de salud. Duelen porque para los costarricenses, hasta ahora, resultaba inconcebible que los más enfermos, incluidos adultos mayores, esperaran atención en esas condiciones en un hospital de la Caja. 

Las fotografías del hospital de Guápiles me devolvieron las imágenes que ví en un hospital que visité en Puerto Príncipe, Haití, pocos meses después del terremoto del 2010. Las mujeres que tenían la suerte de llegar a la maternidad Croix des Bouquets, a pocos minutos del centro de la capital haitiana, daban a luz sobre sábanas ensangrentadas en el suelo, bajo una nube de moscas. 14 años atrás, di gracias a Dios porque en Costa Rica esas imágenes nunca serían posibles. 

Pero nos llegan las fotos de Guápiles y el corazón se estremece. Es inhumano. Es, además, un grito de alerta para impedir que avancemos hacia la degradación de la cual fui testigo en Puerto Príncipe. Esto que vemos en Guápiles no se puede, es más, no se debe permitir. 

El sistema de salud costarricense lleva años mostrando síntomas y signos de deterioro. La fortaleza de la semilla sembrada hace casi un siglo por costarricenses visionarios es la que mantiene aún en pie a la CCSS. Esta institución es un asunto que nos debería importar a todos, no solo a quienes intentan gestionar desde adentro a una institución tan compleja. Pero hemos vuelto la mirada hacia otro lado en cada crisis como si no se tratara del bien más esencial en poder de un ser humano, la salud. 

Los enfermos en el piso del hospital de Guápiles nos recuerdan el hacinamiento de Emergencias en Cartago, las quejas interminables que llegan desde Alajuela o Heredia. Nos hacen volver la mirada al traslado de pacientes en ambulancia en busca de un hospital con un especialista disponible para atenderlo, y escuchar las historias de miles de enfermos en listas de espera, las mismas que han sido manoseadas políticamente para desperdiciar un bien que en estos casos es valiosísimo e insustituible: tiempo. El que necesitamos para enderezar el rumbo de una institución sobre la cual se asienta la estabilidad social de Costa Rica. 

No es posible que nuestros adultos mayores sean, entre todos, los más perjudicados. La CCSS declaró hace unos años que esta población debe ser prioridad en la atención. Sin embargo, un informe de Contraloría desnuda que aquello solo se quedó en el papel, pues el país tampoco ha hecho lo necesario para garantizar una atención oportuna, de calidad y humanizada a nuestros adultos mayores. 

La CCSS debería llegar a sus 100 años fortalecida y modernizada. Con un primer nivel de atención sólido, donde la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad sean objetivos reales de trabajo para desahogar los cuellos de botella de los hospitales. Son esos cuellos de botella los que luego nos envían estas imágenes de pacientes en pasillos, tirados sobre el suelo.

Ya no hay tiempo. Estamos en un punto de inflexión con la CCSS en el cual lo que se haga, para bien o para mal, sumará mucho en la institución que tengamos para el futuro. 




El ruido nuestro de cada día



Como una promesa de salvación, el Ministerio de Salud anunció esta semana una nueva normativa con topes de ruido para actividades en exteriores en zonas residenciales, comerciales o industriales. También estableció límites de ruido para las que se realicen de día o de noche. 

Pero, como dicen, "del dicho al hecho hay mucho trecho". Como ciudadana perjudicada diariamente con el ruido que genera un centro comercial, quisiera ver cómo se aplica esa nueva normativa en la vida real de muchas personas que somos víctimas de este grave problema de salud pública

Les cuento que, hace unos años, puse una denuncia en el Ministerio de Salud pero nada pasó. Cuando llegaron los inspectores, la fuente de ruido estaba calladita. Han pasado no sé cuántos años y, desgraciadamente, me acostumbré al ruido de los furgones y las pitoretas durante todo el día, incluso en la madrugada. Solo se callan el 1 de enero y el Viernes Santo.

Los invito a leer el detalle con el nivel de decibeles establecido en el Reglamento para el Control del Ruido Ambiental, Nº 44486-S. Ahí también encontrarán las excepciones a la regla, que son bastantes. 

Si usted, como yo, es una de tantas víctimas de la contaminación sónica, el Ministerio de Salud nos invita a interponer una denuncia en el área rectora más cercana a nuestra casa o enviar un correo a denuncias.minsa@misalud.go.cr. Prometen enviar inspectores y que, de comprobarse el incumplimiento, el responsable debe presentar un plan de confinamiento de ruido. 

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