T odos la llaman laguna, aunque en realidad es un estuario (desembocadura de un río caudaloso en el mar, donde se mezcla el agua dulce con la salada), pero ese tecnicismo queda en segundo plano. Lo verdaderamente importante es el mundo maravilloso que uno descubre al recorrer las tranquilas aguas de la Laguna de Gandoca , al sur, muy al sur del Caribe costarricense.
El lugar es un tesoro natural y podrá sonar a perogrullada, pero se hace necesario recalcarlo porque por los pocos turistas que lo visitan; pareciera que el resto del mundo se olvidó de esta zona y, en especial, de este atractivo de la región.
De la poca visitación turística dan fe personas como María Sanarusia, pequeña microempresaria turística. Ella, como otros en el lugar, no tiene cifras, pero afirma que el turismo ha estado “malísimo” este año.
Ubicado en el humilde pueblo de Gandoca, parte del Refugio de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo , la laguna es punto de encuentro de aves, remanso para el desarrollo del pez sábalo, casa de manatíes, lugar donde conviven al menos tres especies de mangle y un bosque de cativo casi intacto de la mano del hombre.
Al agua. En un pequeño afluente de la laguna, espera la embarcación La Cachetona, en la que Gilberto Mora, guía local, muestra a nacionales y extranjeros por qué ese lugar es un tesoro invaluable.
Los mejores momentos del día para hacer el recorrido son, según el guía, cuando aparecen los primeros rayos del sol o al final de la tarde, ya que es los animales están más activos y el turista podría verlos.
Al recorrer el lugar todo es paz; ese estado casi perfecto solo es interrumpido por el sonido del remo del guía en el agua, el canto de las aves y el vaivén de las olas.
Como ocurre en toda aventura con la naturaleza, es difícil de asegurar cuáles animales se cruzarán en el camino. Sin embargo, los lugareños como Sanarusia narran que lo usual es ver osos perezosos, monos congo, cariblanco y araña, iguanas, tucanes, y, con algo de suerte, los famosos manatíes , también llamados vacas marinas por pobladores de la zona .
El recorrido es de unos dos kilómetros sobre las aguas; no obstante, se requieren hasta tres horas para disfrutar de todas las bellezas que ofrece el lugar.
Es usual que guías como Gilberto Mora hagan varias paradas en el camino, con el fin de detallar el nombre de animales, sus costumbres de alimentación, depredadores naturales y hasta contar algunas anécdotas en su labor como guía.
El verde se impone, sin importar la dirección en que se dirija la mirada, el agua se vuelve un espejo extenso, abunda de todo, menos turistas.
La zona tiene grandes similitudes con un lugar como Tortuguero, con la diferencia de que en Gandoca no se veían otras embarcaciones con turistas, solo una canoa con pescadores artesanales del lugar.
“Creo que tal vez los turistas nacionales buscan otros lugares con más atractivos, como para irse de fiesta, bañarse en la playa; son turistas que no están tan interesados en la parte del contacto natural”, afirmó el guía.
Cómo llegar hasta la zona no es tan sencillo, bien puede complementar la visita con otras actividades. Hay oportunidad de visitar el bosque de cativos, con árboles de hasta 60 metros; también es posible ir a ver el desove de tortugas y la lucha de las mujeres locales por asegurarse que nadie se robe los huevos.
Gandoca le apuesta al turismo rural comunitario, donde, en la mayoría de casos, los visitantes se hospedan, comen y departen con las familias locales, una experiencia que agradecerá y valorará.