En Costa Rica todo ha cambiado y en algunas instituciones los cambios han sido más bruscos, como sucede en los tribunales de justicia. En ocasiones pienso que en el país no existe la justicia, pues aquello de que debe ser pronta y cumplida, ahora no es más que letra muerta de los tribunales. Qué tristeza que con tanto avance en el mundo moderno, en este país nos tenemos que conformar con la mediocridad de tribunales lentos, que no resuelven nada, un vicio cada vez más crónico en todos ellos. Parece mentira que lo que debe ser justicia se convierta en injusticia. En los pausados tribunales de Costa Rica, nuestros asuntos llegan a dormir el sueño de los justos. Sucede en todo, pequeño o grande.
Muchos casos fallados por un juez, ya de por sí con meses de atraso, pasan a otras instancias gracias a los recursos que existen; ahí pueden pasar muchos años más, y lo que fue justo se convierte en injusto. Es como de ponerse a llorar, pensar que la estatura moral de nuestra justicia, orgullo de los costarricenses, haya claudicado tanto, pues muchos casos que nunca fueron lícitos, ahora en la corte los ven como lícitos. Un ejemplo de esta desfachatez son todos los hurtos que se cometen a diario en las ciudades y que se toman como contravenciones. El daño a la propiedad privada ya no lo es.
En Costa Rica, una persona honesta, que vive de una renta, sin pensión y que no tiene más ingresos que eso, un local para producir ingresos que le permitan el sustento diario, no puede desahuciar a un inquilino que de la noche a la mañana se hace un sinvergüenza y mala paga porque, si lo hace, corre el riesgo de entrar en total estado de letargo administrativo; casi de seguro, como están las cosas ahora, entraría de inmediato en total estado de indefensión, en el país de la “justicia pronta y cumplida”.
La pereza de mucho funcionario, que no es honesto con su trabajo, está sumiendo al país en un enorme bache del que difícilmente se pueda levantar. Somos culpables todos de lo que está sucediendo con consecuencias que se van a notar en corto plazo. Estamos construyendo un país de mediocres y, lo peor, que lo estamos aceptando.
En nuestro país la justicia no es ni pronta ni cumplida; todo lo contrario: en algunos casos existe más injusticia que justicia. ¡Qué lástima!