El Gobierno cedió a los intereses de los transportistas en el asunto de las plataformas. Con muy pocos recursos, pero con un gran compromiso, compañeras y compañeros en condición de discapacidad creímos que Costa Rica era un país que respetaba el Estado de derecho.
Creímos en una Sala Constitucional que por voto de mayoría consideró que la extensión de la prórroga para la colocación de plataformas violaba el principio de igual-dad y el de razonabilidad; pero, en una nota sin carácter jurídico, aunque sí político, tres magistrados consideraron que el 100% de la flota no requería las plataformas. Utilizando la irracionalidad, su recomendación restringe la libertad de tránsito y pone en una situación de desigualdad a nuestra población.
Con el apoyo de la diputada Lesbia Villalobos, cabildeamos con el fin de obtener una reforma razonable en la Asamblea Legislativa.
Sin embargo, el consenso que se logró fue solamente transitorio pues los transportistas habían presionado y consiguieron satisfacer sus intereses.
En el Poder Ejecutivo, la población con discapacidad tuvo el apoyo del asesor presidencial en esta cuestión, don Clodomiro Mora, quien, junto con una experta en Derechos Humanos, doña Sonia Picado, lograron que el MOPT elaborase un proyecto satisfactorio para la población con discapacidad, para los transportistas, para el Gobierno y para el sistema jurídico.
Fue solo ilusión. Pero todo esto no fue más que una ilusión: con la aparente poca coordinación de la viceministra Martín y la diputada Antillón, el proyecto consensuado con los transportistas no llegó a tiempo para ser presentado a la Comisión Plena Primera.
Llenos de frustraciones, descubrimos cómo, en esta sociedad, se retrocede en el goce de los derechos humanos, no se aplica una ley vigente, se ignora la legalidad en razón de las ganancias y, lo más grave, se condena a la población con discapacidad a seguir viviendo con índices sociales que deberían avergonzar a los diputados, ministros y al presidente Arias.
Junto a ello, olvidan todos aquellos que dictaron la sentencia, que se vive en un mundo de relaciones pendulares, y les garantizo que su felicidad será transitoria dado que terminará el día en que ustedes o sus seres queridos tengan una necesidad especial. Quizá su situación no los haga requerir un transporte público adecuado, como sí a nosotros, pero les garantizo que llegará el día en que tendrán necesidades especiales y ese día se darán cuenta del daño cometido.
¡Felicidades, señores transportistas, señores diputados, señor Presidente de la República y señora Viceministra!