Opinión

Al Grano

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Los hombres maduros ya no las tenemos todas maduras. La infausta noticia de que las mujeres famosas, y hasta las no tan famosas, prefieren enyugarse a jóvenes mucho menores que ellas, nos tiene con la moral deshecha.

Sin ninguna duda, la inserción de ellas en la fuerza productiva mundial y su emancipación económica del hombre han revolucionado el mercado del amor pues, además de no querer casarse, ni ser amas de casa, ni tener más de un hijo, ahora también nos mandan, a los viejos, a la "mismísima".

Nosotros, que hasta hace poco creíamos que las canas, el colmillo y la arruga globalizada nos daban cierto donaire para atraerlas, nos damos cuenta ahora de que, como patricios del amor, ya estamos pasaditos de moda, y de que, más allá de esos supuestos atributos nuestros, lo que ellas buscan es la vitalidad del joven, un poco de su inocencia y, claro, la ocasión de divertirse a chorros con él.

Esas mujeres para las que otrora fuimos su pasión porque las engreíamos y les dábamos seguridad, sabiduría y, por supuesto, todo el cariño posible, ahora, más liberadas, con plata, carro, condominio y ávidas de aventura, nos han dado un fenomenal golpe de trasero al cambiarnos por muchachos con los arrestos suficientes para emparrandarse con ellas a toda hora.

Jamás imaginé, por ejemplo, que quienes por años han sido mis actrices favoritas por su belleza afrodisíaca, y de las que muchos de sus fans esperábamos cierta indulgencia, como Demi Moore, de 41 añitos, y Sandra Bullock, de 37, se fueran a enganchar tanto de mocosos que, ¡van a ver!; ahorita las dejan tiradas. Y mucho menos lo creí de Raquel Welch, quien, a sus suculentos 61, un año más que yo, me pudo considerar su güila. Pero no, un treintón me desbancó.

Lo único que nos falta es que ahora las ticas maduritas se pongan en el mismo plan y nos cambien por chicos fortachones de la "generación maripepina" dispuestos a hacerlas felices a su manera. Pero como no nos vemos a nosotros mismos con ellas bajando del Irazú en moto a gas pegado, ni bailando reggaeton en bares hasta el amanecer, ni atravesando en kayac, cerveza en mano, los "rápidos" del Pacuare, ni haciendo el amor en el último asiento de un bus de La Carpio, preferimos capitular y que se queden ellas con sus adonis.

Pero que quede claro que esto confirma que más allá de liberarse, la mujer se encamina cada vez hacia algo más beligerante. ¿Acaso un ajuste de cuentas con el hombre?

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