El domingo llegué a verlo en la mañana. Me habían dicho que estaba muy mal y yo le dije que eso era mentira, que yo lo veía tan fuerte como siempre y que, apenas saliera de la clínica, nos iríamos a tomar unos vinitos en casa...
No hubo vinitos... El viernes a las cinco de la mañana se fue... se fue para siempre.
El nombre de Alfredo Cruz Bolaños estará eternamente ligado a los deportes, especialmente a la natación.
¿Saben ustedes quienes aprendieron a nadar en la piscina de Alfredo Cruz?
Franklin Chang, María del Milagro París, las hermanas Poll y Francisco Rivas, quien ha sido el director técnico de todas las campeonas de natación de Costa Rica en las competencias mundiales de esta naturaleza. Siempre se trajeron alguna medalla.
Desde que Alfredo era alumno del Liceo de Costa Rica, se distinguió en la natación, el fútbol, el punching ball y todo lo que termina en bol.
Inspirado en el ejemplo de don Eduardo Garnier, quien fue su profesor en el Liceo, un día decidió irse a Chicago, Estados Unidos, y allí fue el primer costarricense que se graduó de profesor en Educación Física.
Antorcha de la Independencia. Algunos años después lo nombraron director general de Deportes y desde allí, en 1964, se le ocurrió que para el 15 de setiembre, Día de la Independencia de todos los países centroamericanos, se debería encender una antorcha en Guatemala y traerla hasta Costa Rica en una marcha de estudiantes de colegios de los cinco países.
Ese acto cívico patriótico se ha mantenido vigente desde entonces y el 15 de setiembre de todos los años vemos por las carreteras de Centroamérica a un muchacho corriendo con la antorcha encendida y levantada en una mano.
Uno de los mejores homenajes que recibió, fue la colocación de su retrato en la Galería de los Deportes. Ahí estará entre los suyos para toda la vida. Un reconocimiento muy merecido.
En los últimos tiempos fuimos contrincantes en el paño del billar que tuvo en su casa. Siempre nos llamó poderosamente la atención su frase de bienvenida colgada en la pared: "Cinco cosas hay abiertas/en la casa de este hermano,/la puerta, un libro y su bolsa,/su corazón y su mano./Y para que no haya querella,/también hay siempre abierta una botella".
Adiós, Alfredo. Que Dios te acompañe por toda la eternidad.