En las elecciones españolas de octubre de 1996, las encuesta daban clara ventaja a José María Aznar sobre Felipe González. Finalmente, pese a una dinámica campaña del Partido Popular y el desgaste provocado por 14 años en el ejercicio del poder del PSOE, este perdió por una pequeña diferencia. En ese entonces, Alfonso Guerra, vicepresidente en el primer gobierno de González, dijo que nunca había habido victoria más amarga ni derrota más dulce. Lo mismo se podría decir del resultado electoral del 5 de febrero en el país.
Porque amargo debe ser el sabor de la victoria para un candidato que, expresidente y premio Nobel, se presentó como la indiscutible carta de triunfo de su partido, pero que con dificultad llegó al 40% y casi pierde las elecciones. Su gobierno no tendrá esa proyección hacia el futuro que preconizaba porque difícilmente sentará las bases de la Costa Rica del siglo XXI. No logró un apoyo claro y contundente para enfrentar un reto así, por lo que no llega con un sólido mandato para gobernar. Al contrario, un porcentaje importante de los votantes, prácticamente similar al que lo apoyó, se manifestó en su contra y respaldó a Solís.
Por otra parte, dulce debería ser la derrota para un candidato que logró un 40% de los votos y terminó a 1,12% de diferencia respecto al ganador cuando, a 15 días de la elección, según las encuestas, tenía un 25% de intención de voto entre quienes estaban decididos a votar.
¿Base real? Se puede especular mucho acerca de cuál es la base real de apoyo del PAC. La diferencia entre la cantidad de votos recibidos por el PAC para diputados y para presidente llama a reflexionar sobre el tema, algo que no deben obviar los dirigentes de ese partido. Después de todo, las encuestas, a las que no hay que renunciar tan fácil e infantilmente, mostraron, entre otras cosas, lo volátil e inestable de una parte del apoyo que recibieron todos los candidatos, en cuenta Solís. Pero este tema no disminuye la importancia de haber obtenido prácticamente el 40% de los votos.
Lo relevante es que la votación recibida constituye la base de un mandato de oposición a Óscar Arias y al PLN. Y que puede ser el punto de partida para la construcción de un partido con un apoyo político sólido, de base nacional y, por lo tanto, suficiente para ejercer el poder dentro de cuatro años, en condiciones mucho más favorables que las que tendría ahora, con solo 18 diputados.
Capital político. Es dulce el sabor de una derrota electoral que en el fondo es una victoria política. Paradójicamente, el mandato dado a Solís para ejercer la oposición es fuerte, mientras que el dado a Arias para gobernar es débil. Solís y el PAC son los principales interlocutores de cara a cualquier esfuerzo serio de diálogo y negociación que emprenda el nuevo Gobierno. Pero, además, bien podrían estar a las puertas del poder si logran aprovechar y administrar sabiamente el capital político que el resultado electoral del 5 de febrero les ha dado.
Al reconocimiento el triunfo de Arias, el PAC y Solís dieron finalmente un primer paso en el camino correcto. Después de todo, nuestro sistema electoral no es perfecto, como no lo es ninguno en el mundo, y las irregularidades detectadas no son señal de un fraude ni el resultado es tan ajustado como para que incidan en forma determinante.