Recuerdo cuando escribí junto a otra persona mi primer artículo para La Nación hace poco más de tres años. El tema fue la defensa de la legalización del aborto. Entonces, muchas personas, en su mayoría hombres, se alarmaron enormemente por haber visto la defensa de una postura a favor del derecho de las personas a decidir sobre su propio cuerpo y se generó una fuerte discusión en redes sociales.
Lo mismo sucedió cuando publiqué mi sétimo artículo, el cual se tituló: La ideología de género no existe. La indignación de los sectores conservadores y de derecha era masiva. Ojalá ese mismo nivel —e incluso más— de preocupación, alarma, escándalo e indignación tuviesen estos mismos sectores con las desigualdades de género y la violencia machista presente en nuestra sociedad.
Nos enfrentamos a un grave contexto nacional, donde los femicidios y la violencia de género están aumentando drásticamente, al mismo tiempo que a muchas personas les escandaliza más que las feministas luchemos y alcemos nuestra voz, que una mujer o una persona sea asesinada como víctima de los patrones de violencia machista normalizados en nuestra sociedad heteropatriarcal.
Donde al presidente de la República y a su gobierno les interesa más arrebatar y amenazar los derechos humanos de las mujeres y de las personas LGBTQIA+, que garantizarlos.
Mientras crecen los femicidios, nuestro país parece no entender que la prevención y la erradicación de los patrones machistas son, ahora más que nunca, fundamentales y más que necesarios para garantizar una sociedad libre de violencia y discriminación.

La libertad y sus alcances
Desde la esfera política, es claro que muchas personas en puestos de poder o que poseen una influencia política son aliadas y perpetradoras del sistema machista. Hay quienes hacen todo esfuerzo posible por controlar los cuerpos ajenos, por encubrir o justificar acosadores y abusadores sexuales, por defender las torturas —mal llamadas “terapias”— de conversión, y por esparcir discursos de odio y narrativas violentas, machistas, homofóbicas y transfóbicas. Y para peores, muchas de estas personas son las mismas que dicen “defender la libertad”.
Yo le pregunto directamente a Otto Guevara, Fabricio Alvarado, David Segura o a Leslye Bojorges si esa libertad de la que tanto pretenden o se jactan por defender aplica en cuanto a la libertad de las mujeres y de las personas, de decidir sobre sus propios cuerpos sin la injerencia estatal o eclesiástica; si aplica en cuanto a la libertad de las personas por mostrar su identidad de género u orientación sexual públicamente, sin recibir ningún tipo de discriminación o violencia; o en cuanto a la libertad (y también derecho) de llevar a cabo la vida propia, sin tener que sufrir misoginia, machismo o alguna forma de violencia que atente contra la identidad o integridad personal.
Del mismo modo, le pregunto directamente a los altos mandos del Gobierno, que tanto dicen “representar al pueblo”, si son conscientes de que a más de la mitad del pueblo lo discriminan, lo oprimen o lo violentan sistemáticamente. Si son conscientes de que en su pueblo hay mujeres de toda realidad y contexto, que sufren muchas formas de discriminación —algunas incluso a niveles mayores que otras— como el racismo, la xenofobia, la homofobia, la transfobia, el capacitismo, la aporofobia y el clasismo.
Si son conscientes de que existen las personas no binarias, personas trans, personas de género fluido, o bien, personas que no se identifican con los roles o estándares heteropatriarcales, y que a estas personas también les corresponden los derechos humanos. Si conocen que la niñez y que la adolescencia también sufre altos niveles de violencia machista.
Si tanto dicen que “representan’' a la mayoría o al pueblo en general, supongo que conocen estos aspectos. Si no, su discurso no es más que vacío, contradictorio y discriminatorio. Igualmente, me pregunto cuál es el miedo del presidente Rodrigo Chaves y de la ministra de la Condición de la Mujer, Cindy Quesada, de emitir una declaratoria de emergencia nacional por la crisis de femicidios.
Me pregunto por qué tanta negligencia, tanto desinterés, tanta inoperancia, pero sobre todo, por qué tanto abandono a la lucha por los derechos humanos de las mujeres y de las personas sujetas a la violencia o a la discriminación machista.
Prevención y educación
Debemos entender que el machismo es un problema no de una, dos o tres personas, sino de nuestra sociedad. Y que su mejor abordaje comienza desde algo tan sencillo como la educación.
Es fundamental buscar métodos de deconstrucción, acompañados de una educación integral y con enfoque de derechos humanos, para fomentar una sociedad libre de patrones machistas. Sobre todo, es importantísimo saber que necesitamos un cambio de discurso y posicionarnos en contra de la normalización del machismo de este gobierno y de muchos sectores sociales, políticos y económicos.
Mientras en nuestro país las personas se escandalicen más por una pared rayada que porque hubo más de 300 femicidios en los últimos cuatro años, habrá un problema. Mientras en nuestro país genere más escándalo la discusión sobre el derecho de las personas a decidir sobre el propio cuerpo, que la objetificación e hipersexualización por parte del machismo, habrá un problema.
Mientras en nuestro país escandalice más la presencia de una educación sexual y afectiva que la ausencia de ella, habrá un problema. Mientras en nuestro país escandalice más la verdad de una mujer que la mentira de un hombre, habrá un problema.
Mientras en nuestro país escandalice más la discusión sobre la brecha salarial de género que la existencia de esta, habrá un problema. Mientras en nuestro país escandalice más la participación de las mujeres en la esfera pública que la no participación de los hombres en la esfera privada, habrá un problema. Mientras en nuestro país escandalice más la forma en la que las mujeres y personas se visten que los comportamientos misóginos, habrá un problema.
Pero, sobre todo, mientras en nuestro país escandalice más que una mujer llegase a la Presidencia de la República, que el presidente actual fuese sancionado en el Banco Mundial por acoso y hostigamiento sexual, y emplee la violencia política, habrá un problema.
Ante sociedad machista, lucha feminista siempre.
La autora es activista por los derechos humanos, escritora y estudiante de Derecho de la Universidad de Costa Rica.