El hombre, por naturaleza, ha tenido siempre el deseo de aprender: por curiosidad, por satisfacción personal y en la época moderna por necesidad, para ganarse la vida.
En el país, dichosamente, ha habido libertad para decidir el nivel educativo a alcanzar y para escoger la carrera deseada.
Sin embargo, con la gran cantidad de universidades que han brotado en toda Costa Rica, estudiar se presenta ahora al público como un artículo suntuario: la publicidad para venderlo abunda y despierta el apetito; se ofrece para un gran número de personas; se expende en muchos lugares y se compite por atraer la clientela; a pesar de que su costo es muy alto para el costarricense promedio, éste ha terminado por consumirlo. Empero, hasta donde se sabe, sin garantía de calidad.
Sobrepoblación. Este producto se ha hecho tan atractivo que, en los años venideros, de continuar así, con un excesivo consumo, el mercado nacional no estará en condiciones de absorber tantos profesionales, con la consecuente sobrepoblación y, su más funesto efecto, la desocupación, porque queda la duda de que tenga calidad de exportación. Tendremos en el futuro muchos profesionales sin trabajo y unos pocos empleados, pero con una preparación dudosa. Para entonces, los extranjeros ya habrán ocupado los puestos que ahora desprecian los nacionales.
Otra inquietud es que, por lo general, la masificación de la enseñanza que esto conlleva trae como consecuencia un deterioro en la calidad académica: la excelencia en la educación por lo general ha tenido una relación inversa al número de alumnos por docente y, en algunas carreras, al número de estudiantes por recurso material de aprendizaje o por paciente en las ciencias de la salud.
¿Tendrán tantas escuelas, de tantas universidades, tantos profesores de calidad como se requiere, con contacto personal suficiente con sus alumnos? ¿Estarán estos profesores en condición de transmitir conocimientos de mucha clase, pero, sobre todo, de inculcar los valores que necesitarán sus alumnos para cumplir con dignidad en el futuro?
¿Vocación o paga? ¿Garantizan esas universidades contar con un adecuado grupo de maestros? Ellos representan el oráculo de la universidad. Son modelos para ser imitados. El incentivo para enseñar les brota espontáneamente, a diferencia de cuando el móvil principal es la paga, en cuyo caso la educación se "mercenariza" y termina por perder su significado.
¿Ocupa la investigación -elemento vital para toda universidad- un lugar importante en su quehacer diario?
Si todo esto fuera afirmativo, con esa cantidad tan grande de universidades, seríamos un país excepcional y privilegiado. Así sí podríamos integrarnos competitivamente a la globalización.
Pienso que mientras no se llegue a un diagnóstico sobre el tipo de recurso humano que el país necesita y su cantidad; mientras no se controle esa desenfrenada y fácil multiplicación de centros de estudio llamados superiores; y, sobre todo, hasta tanto solo se permita que funcionen los que reúnan y mantengan condiciones de calidad en instalaciones, en docentes, en materiales de estudio, en escenarios de aprendizaje, correríamos el riesgo de llegar a tener un país con muchos ciudadanos con título, pero muy pocos profesionales verdaderos. Alguien tendría que cargar con esto en su conciencia.