Freno a esos gamberros
Los ataques, cada vez más frecuentes y violentos, de las llamadas barras “bravas” de varios equipos de futbol ya están pasando de castaño a oscuro.
El último incidente, al final del juego Ramonense-Saprissa, es otra clarinada sobre cómo está creciendo ese problema.
El 14 de octubre del 2000, un enfrentamiento entre miembros de “La Doce” y “La Garra”, frente al estadio Morera Soto, en Alajuela, tuvo como saldo fatal la muerte de José Adrián Segura Alvarado, seguidor del Herediano.
La tragedia es mayor por cuanto, en el juicio que se realizó en octubre del 2003, no fue posible hallar al culpable.
La impunidad es uno de los mejores incentivos para que el delito se repita.
El sábado anterior pudo haber ocurrido algo peor cuando un hombre baleó a nueve miembros de “La Ultra”, aparentemente en defensa propia por el ataque que esos hicieron a su casa.
Son las autoridades quienes deben determinar qué pasó y si la reacción del funcionario de la Dirección de Inteligencia y Seguridad Nacional (DIS) se ajusta a derecho.
Empero, a la distancia, uno se inclina a creer que el vecino de San Ramón fue víctima de esas hordas de matones que, en nombre del futbol, actúan salvajemente, intimidando y agrediendo al prójimo.
Abundan los testimonios y las pruebas de esa conducta. Una y otra vez –en Nicoya, Tibás, Heredia o Alajuela–, esos gamberros han causado destrozos a vehículos y casas, a la vez que agreden a todos los que les da la gana.
Es urgente que la Policía y los dirigentes del futbol le hinquen el diente a ese mal que está adquiriendo matices más graves día con día.
Ni unos ni otros deben recurrir a las excusas. Por respeto al orden y seguridad públicos, y para salvaguarda del futbol, hay que entrarle de lleno a esa lacra antes de que tengamos que lamentar mayores consecuencias.
Tanto quienes nos gusta el balompié como aquellos que no, reclamamos un freno a esos mal llamados aficionados.
¡Hay que ponerles coto a las minorías violentas!