Al justificar su abandono de la fracción parlamentaria del Partido Liberación Nacional, José Miguel Corrales negó estar motivado por ulteriores pretensiones electorales, y se definió, en una entrevista televisiva, como "un cadáver político". ¡Qué lucidez la de don José Miguel!
En el pasado, hay que admitir que su pretendida independencia, un talante de nadar siempre contracorriente y desplantes de esta naturaleza lo dieron a conocer y cimentaron su fallida candidatura.
Pero eso fue hace tiempo. Las exigencias actuales son otras, y el costarricense está harto de estos políticos que solo saben decir no y hacer oposición dándole la espalda a todo. Óscar Arias lo ha dicho siempre: hay que ser mucho más valiente para coincidir que para estar en desacuerdo.
Qué diferente la actitud de Ottón Solís al mostrarse proactivo y dispuesto al diálogo con el presidente Abel Pacheco. Corrales, en cambio, ni siquiera aceptó acudir a la Casa Presidencial, como si fuera a perder no sé qué pureza provinciana.
Su actitud ejemplifica al político que, como dice el dicho, si no gana se lleva la bola para la casa, y salados los demás. En este caso, los salados somos los costarricenses y el que sale perdiendo es el juego democrático.
Corrales no logró aceptar como jefe de su antigua fracción a Bernal Jiménez; no sé si por razones personales o de otro tipo, pero ha explicado esta animadversión por "razones ideológicas". Y, a estas alturas del partido, y de su partido, la ideología de don José Miguel Corrales sigue siendo una incógnita.
¿No será la ideología del no, del no quiero, del no me da la gana, del individualismo a ultranza, de la oposición a todo y contra todo, de trágicas consecuencias para la cultura política costarricense?