¿Sobre qué opinan hoy nuestros lectores? Lea en “Cartas a la columna” desde un análisis de la seguridad del hospital San Juan de Dios hasta una reflexión sobre los ganadores y perdedores a raíz de la apreciación del colón.
Visité a un amigo y colega en el Hospital San Juan de Dios, y en mi recorrido, desde el sótano hasta el tercer piso, encontré un centro médico arquitectónicamente casi desconocido, al rememorar mi permanencia en él en mi tiempo de estudiante de Medicina y como médico practicante. Son tantas las remodelaciones hechas que sus pasillos se angostaron para dar espacio a lugares de trabajo. Hay mobiliario y enseres por todos lados, y gran cantidad de personal, pacientes y acompañantes. Surgió en mi mente la palabra conejera. En fin, por mi formación de bombero, creo haber encontrado una complicada y peligrosa trampa. Pensé en cómo podrían evacuar a todas esas personas durante un incendio o terremoto. También, si mecánicamente el diseño y los materiales de ese viejo edificio resistirían un sismo de cierta intensidad. ¿Se justificaría demolerlo para construir uno moderno?
Warner Rodríguez Camacho, Alajuela
Afectado por los congestionamientos
Soy uno de los votantes que eligieron por mayoría democrática al presidente Rodrigo Chaves, pero debo confesar que hasta las semanas anteriores aún estaba muy optimista y conforme con su gestión y la de su gabinete. El optimismo, sin embargo, desapareció de golpe mientras los costarricenses (yo incluido, como residente en la Uruca) nos encontramos secuestrados en nuestros vehículos, debido a la pobrísima planificación de las autoridades responsables que, sin sentido común, ahora se hacen los sorprendidos ante el caos producido por un aluvión de trabajos en vías importantísimas, sin acciones de alivio realistas.
Al mismo tiempo, el presidente tomó la fácil decisión de admitir el error y retirarse por la derecha, mientras la población sigue presa en carreteras. La responsabilidad es grande y las consecuencias mayores al verse afectados servicios básicos y de emergencia (bomberos y ambulancias), pero si por la víspera se saca el día, esto tampoco se tomó en consideración.
Hernán Solera Monge, Uruca
Respuesta de la Embajada de Italia
Como dice la carta publicada el 13 de febrero de Francisco Antonio Pacheco, exembajador de Costa Rica en Italia, es una verdadera lástima que Tigo elimanara el canal Rai Italia, que ofrece entretenimiento, deportes, cultura y noticias en tiempo real de Italia y el mundo.
El canal es una ventana abierta a Italia, destinado a los 10.000 italianos que viven en Costa Rica, a sus aproximadamente 100.000 descendientes y a aquellos que aman la lengua y la cultura italianas.
El cese de la programación de la Rai Italia se debe a aparentes razones comerciales: favorecer programas sobre explosiones violentas, ametralladoras exterminadoras, el narco y la vulgaridad, a lo que se refirió Pacheco.
El único consejo que puedo darle, además de seguir amando la cultura y la lengua italianas, es seguir sus acontecimientos por Kölbi, que mantiene a la Rai Italia en el canal 554.
Alberto Colella, embajador de Italia
Más policías y patrullaje
Para contrarrestar la criminalidad deben asignarse a la Fuerza Pública labores de patrullaje constante. Desde hace muchos años, se necesitan cuando menos 15.000 policías más. Una alternativa es crear policías municipales que mejoren la vigilancia.
Sergio Francisco Solano Céspedes, Zapote
Falsas ilusiones
Me pregunto a quién beneficia y a quién perjudica que el valor del dólar esté bajo y estable. Favorece al Estado, que necesita invertir menos colones en la importación de medicamentos y materiales para construir infraestructura y para el pago de préstamos en dólares. También, a quienes viajan al exterior y a los importadores. Por el contrario, las empresas turísticas se quejan de recibir menos dólares, aun cuando el ingreso de turistas aumentó un 16,9 % en relación con el 2023 y la estancia se ha incrementado en más de una semana.
Es una ilusión creer que si ocurriera una depreciación de la moneda local bajarán los costos de los servicios, las medicinas y los insumos importados. Ya lo vivimos: cuando el dólar llegó a más de ¢700, los supermercados y farmacias subieron los precios y nunca los bajaron cuando se apreció la moneda local.
Silvia Gagneten Barbetta, Rohrmoser
Cartas por WhatsApp
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