El mundo se adentra en el 2025 en un momento crítico, un verdadero punto de inflexión. Tras un 2024 que The Economist describió como “increíble” debido a las sorpresas y acontecimientos políticos, el nuevo año presenta tanto desafíos como oportunidades en un contexto global definido por una policrisis y una profunda incertidumbre. El panorama está lleno de incógnitas sobre lo que está por venir.
Los principales conflictos —Ucrania, Medio Oriente y Sudán— continúan activos, con Siria regresando al centro de atención, mientras el multilateralismo muestra signos de creciente fragilidad. Este escenario se vuelve más desafiante por el impacto de tres megatendencias: el avance implacable del cambio climático, la disrupción tecnológica encabezada por la inteligencia artificial y el riesgo de una nueva carrera armamentista.
Para nuestra región, el 2025 estará marcado por tres dinámicas principales: 1) El regreso de Trump y su impacto en las relaciones hemisféricas; 2) Un entorno de bajo crecimiento económico y malestar social; y 3) El inicio de un nuevo súper ciclo electoral.
El año comenzará con dos eventos clave: la toma de posesión presidencial en Venezuela y el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca. El 10 de enero, salvo sorpresas, Nicolás Maduro continuará ilegítimamente en el poder tras las fraudulentas elecciones del pasado 28 de julio. Diez días después, el 20 de enero, Trump jurará por última vez, como presidente de Estados Unidos, abriendo un período de fuertes tensiones y máxima incertidumbre.
Bienvenidos a la nueva era de Trump
A nivel global, su regreso plantea múltiples interrogantes: ¿Cómo responderá el mundo a su propuesta de un proteccionismo comercial agresivo? ¿Qué implicaciones geopolíticas tendrá su renovada política exterior, caracterizada por un enfoque transaccional en lugar de alianzas estratégicas? ¿Cómo afectarán estas posturas al abordaje de desafíos globales como la lucha contra el cambio climático, la regulación de la inteligencia artificial o la gestión de los grandes conflictos en curso? Además, ¿cómo se configurarán sus relaciones con actores clave como China, Rusia y la Unión Europea?
Por su parte, en Latinoamérica, su retorno también genera interrogantes fundamentales. ¿Cómo impactará su enfoque proteccionista en las economías regionales? ¿Qué consecuencias tendrá su estrategia transaccional para las alianzas hemisféricas? Y, sobre todo, ¿qué rol desempeñará América Latina en la política exterior de Estados Unidos y bajo qué formato se desarrollará?
La designación de figuras cubanoamericanas como Marco Rubio, como secretario de Estado; y Mauricio Claver-Carone, enviado especial para América Latina, indica una agenda donde temas como el control de la migración, el combate al narcotráfico, una postura de mano dura contra los regímenes autoritarios de Cuba, Venezuela y Nicaragua, una política comercial proteccionista y oportunidades como el nearshoring serán prioritarios. Sin embargo, el foco estratégico estará, sin duda, en la competencia con China y los esfuerzos por contener su creciente influencia en la región.
En este contexto, el riesgo de una política exterior unilateral y transaccional, se mantiene elevado. La reciente declaración de Trump sobre la posibilidad de que Estados Unidos intente recuperar el Canal de Panamá si este país no cumple con los “acuerdos históricos” es una señal de alarma, ya que sugiere un posible intento de revivir la obsoleta y controvertida Doctrina Monroe en pleno siglo XXI.
Un cuadro regional heterogéneo y volátil
En el 2025, la democracia en América Latina seguirá navegando entre la resiliencia, el estancamiento y el deterioro. El último informe del Latinobarómetro (2024) ofrece un panorama agridulce. Aunque el apoyo a la democracia ha crecido ligeramente, alcanzando el 52% —su nivel más alto desde el 2010—, la insatisfacción con su desempeño sigue siendo elevada, con dos tercios de la población expresando descontento.
En el ámbito económico, la Cepal proyecta un crecimiento regional del 2,4% para el 2025, por debajo del promedio mundial del 3,2%. Este crecimiento mediocre amenaza con perpetuar las trampas del desarrollo —baja productividad, alta desigualdad y débil institucionalidad—, incrementando el malestar social y el riesgo de nuevos estallidos. Además, problemas estructurales como la inseguridad, la corrupción y la migración irregular seguirán añadiendo presión a los gobiernos.
En este contexto, la ciudadanía demandará soluciones rápidas y efectivas a sus problemas, mostrando, en algunos casos, una preocupante tolerancia hacia la “desprolijidad” en los procedimientos democráticos. Esto hará que la gobernanza y la gobernabilidad sean cada vez más complejas, poniendo a prueba la capacidad de los líderes para responder a las crecientes exigencias sociales sin comprometer los valores democráticos.
En el 2025, Latinoamérica se adentra en un nuevo superciclo electoral, con cuatro elecciones presidenciales y una legislativa de medio término, cuyos resultados impactarán el mapa político regional. En Ecuador, el correísmo, desde la oposición, intentará desafiar la posible reelección del presidente Daniel Noboa. En Bolivia, las divisiones internas dentro del MAS podrían abrir una ventana de oportunidad para una oposición que logre articularse y unificarse. En Chile, las elecciones estarán marcadas por intensos debates sobre seguridad y migración, con la derecha, encabezada por Evelyn Matthei, como favorita. En Honduras, el descontento con el gobierno de Xiomara Castro podría revitalizar al Partido Liberal y otras fuerzas opositoras. Finalmente, Argentina celebrará elecciones legislativas de medio término, que funcionarán como un referéndum sobre las controvertidas políticas económicas del presidente Javier Milei.
Encrucijada histórica
América Latina ingresa al 2025 en una encrucijada histórica, enfrentando desafíos significativos, pero también una ventana de oportunidad única. Con vastos recursos naturales, un notable potencial en energías limpias y minerales estratégicos, y el creciente interés en el nearshoring, la región tiene importantes ventajas que, si se gestionan adecuadamente, podrían posicionarla, en un mundo crecientemente multipolar, como una “región solución” frente a muchos de los problemas globales actuales.
Simultáneamente, eventos clave como la elección de un nuevo Secretario General de la OEA, la X Cumbre de las Américas en República Dominicana y la COP30 en Belém, Brasil, ofrecen valiosas oportunidades para redefinir las relaciones hemisféricas y proyectar una agenda regional más ambiciosa y coordinada.
Como dijo Carlos Fuentes: “(…) Hay años en los que suceden siglos”. Para América Latina, el 2025 se perfila como uno de esos años. La gran pregunta es si el liderazgo regional estará a la altura de las circunstancias.
@zovatto55
Daniel Zovatto es global fellow del Wilson Center.