Lamentablemente, no pude asistir a la marcha; sin embargo, quiero decir que amo ver a tantísimas mujeres de distintas provincias y contextos unirse en una marcha para defender nuestros derechos.
Más me encanta ver a tantos machistas ofendidos diciendo que “no son las formas”, pero cuando gana la Selección, por ejemplo, no dudan en ir a vandalizar la fuente de la Hispanidad y mover carros de la policía… pero ahí no se dice nada. En fin, en un sistema que nos reprime y nos trata de callar, nosotras nos levantamos y luchamos juntas.
Nos enseñaron a competir entre nosotras, pero aprendimos a unirnos bajo la sororidad; que el enemigo no son las mismas mujeres (ni los hombres), sino el sistema heteropatriarcal en el que se vive, que afecta, al final, a todas las personas.
Me cansa muchísimo leer comentarios despectivos contra la lucha feminista. Mejor dicho, personas que dicen que el feminismo “no sirve”. Que “exageran mucho”. Perdón, pero ¿alguna vez se ha visto una lucha donde se realicen conquistas sociales a través de la obediencia? Pensemos en ejemplos claros: Martin Luther King fue arrestado 14 veces y Nelson Mandela estuvo en prisión casi 30 años. La desobediencia social es necesaria para generar cambios. Asimismo, la desobediencia no quiere decir que tengan que producirse manifestaciones violentas.
No es un secreto que en muchas ocasiones los medios televisivos solo muestran lo que vende. Lastimosamente, lo que “vende” son noticias de manifestaciones violentas, que son una minoría en comparación con las demás manifestaciones que no son violentas.
Salir a la calle a gritar por nuestros derechos es necesario en el mundo actual. Si no, ¿cómo vamos a conseguir que nos escuchen, si esta sociedad machista nos ignora constantemente, y más si son mujeres de contextos sumamente diversos?
Las personas dirán “es que ya no hay machismo”. La respuesta es sí. Yo solo quiero salir en la noche sola, tranquila. Quiero ir en taxi sin que me dé miedo o que mi mamá tenga que preguntarme cómo voy a lo largo del camino. Quiero tener la certeza de que ni a mí ni a ninguna otra nos llegarán a matar por simplemente ser mujeres. Quiero jugar fútbol sin que mis compañeros del colegio me chiflen, se burlen o no me pasen la bola porque “las mujeres no juegan fútbol”.
Quiero alzar mi voz sin que me digan “histérica”, “intensa”, “necia”, entre otros insultos. Quiero caminar por la calle sin que me chiflen. Quiero no volver a vivir historias de acoso y que las mujeres a mi alrededor tampoco.
Quiero que nos crean cuando contamos nuestras vivencias y que no nos digan que estamos exagerando o que justifiquen a quien nos hizo daño. Quiero vestirme como quiera sin que me digan que ando “chingoleta”. Quiero tener derecho a decidir sobre mi propio cuerpo sin que se tenga que meter algún cuerpo religioso o político.
Quiero ser mujer en paz, sin ningún tipo de prejuicio o discriminación. Quiero que mis hermanas del mundo entero ya no tengan que vivir, tampoco, ningún grado de machismo, desde comentarios inapropiados hasta la limitación de oportunidades, e inclusive la violencia de género.
Según las Naciones Unidas, a este paso, faltarían alrededor de 300 años para llegar a la equidad e igualdad de género. Claro, siempre es posible romper con estas estimaciones, aunque para hacerlo se necesita un trabajo en conjunto.
Por esto, invito a la reflexión, porque la lucha por los derechos de las mujeres no debe ser solo el 8 de marzo, sino siempre. Más importante aún, debe ser por todas las mujeres. Absolutamente todas.
A los hombres, los invito a ser aliados. ¿Cómo? Cuestionando sus privilegios. Denunciando o no encubriendo a sus amigos acosadores. No difundiendo fotos de sus novias u otras chicas sin su consentimiento. Evitando comentarios inapropiados o machistas.
El 8 de marzo no es para “celebrarnos” y darnos rosas y chocolates. Es para deconstruir la masculinidad tóxica y sustituirla por una masculinidad positiva. De nuevo, las feministas no estamos en contra de ustedes, sino en contra del machismo.
Solo queremos igualdad y respeto. Al luchar contra el patriarcado, también ustedes se ven beneficiados, puesto que este sistema es el que les reprime la expresión de sus sentimientos, por dar un ejemplo.
El patriarcado afecta a cada persona. Luchemos contra él. A las mujeres —y esto incluye a todas, especialmente a las niñas y adolescentes que leen esto—, nunca dejen que las callen. Si les dicen “silencio”, hablen más fuerte. Yo sé que a veces es difícil. A mis 16 años, lo he vivido y sé que todavía me falta mucho más por vivir en torno a este tipo de experiencias. Pero podemos lograrlo luchando juntas.
Tal vez no necesariamente marchando, pero sí desde sus trincheras y espacios podremos realizar un cambio juntas. Sí podemos porque, como dijo Angela Davis, “no estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar”.
La autora es activista cívica de 16 años.