Rodrigo Cubero, presidente del Banco Central, cree en la posibilidad de aprobar la primera revisión del acuerdo suscrito con el Fondo Monetario Internacional (FMI) pese al bajo nivel de cumplimiento de las reformas estructurales. El economista deposita sus esperanzas en los buenos resultados cuantitativos (déficit primario del 0,27% del PIB en el 2021, déficit financiero del 5,03% y un 68,34% del PIB en deuda pública). El propio Cubero concede que esos números serían insuficientes sin la aprobación de la ley de empleo público.
Si el país consigue aparejar la nueva ley a los resultados cuantitativos, podría pasar la revisión “dejando los pelos en el alambre”, como dice la expresión coloquial. La Asamblea Legislativa espera la respuesta integral de la Sala IV a las consultas de constitucionalidad planteadas por la Corte Plena y los diputados, pero ya conoce lo medular del voto. No hay vicios, ni de fondo ni de forma.
En el Congreso, por otra parte, no hay duda de la aprobación en segundo debate. Todo es cuestión de trámite, pero los trámites son lentos y el examen del FMI está programado para marzo. Se nos fue la mitad de febrero y es imposible predecir la fecha de arribo de la resolución de la Sala IV a la Asamblea Legislativa y la celeridad del segundo debate.
La urgencia es evidente, pero advertir sobre ella se dificulta. El gobierno anunció la necesidad de aprobar la legislación al comienzo de diciembre; luego, antes de Navidad; y, por fin, se informó de la posibilidad de lograr mayor flexibilidad del FMI en virtud de los buenos resultados cuantitativos.
Injustamente, la credibilidad de nuestros negociadores se ha erosionado, merced a su propio éxito. Han logrado prórrogas y reconsideraciones. Han conseguido apalancar los buenos resultados cuantitativos para ampliar los plazos de las reformas estructurales. Pero los escépticos leen cada nueva posposición como prueba de una presión artificial, no como un triunfo negociador.
Advertir, ahora, de una fecha perentoria en marzo parece más de lo mismo, pero el pan también se quema a la puerta del horno. ¿Quién puede decir hasta cuándo gozaremos de paciencia ajena y buena voluntad? Las posibilidades de pasar la revisión, obtener el desembolso previsto y sembrar confianza en los mercados internacionales dependen de la aprobación de la ley. Si los asuntos de fondo están resueltos y la voluntad política asegurada, sería imperdonable naufragar en el trámite. ¿Cuesta tanto acelerarlo?
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