La digitalización acelera el conocimiento, la productividad, la comunicación, la innovación, la colaboración, la educación y todas las actividades en la nueva sociedad de este siglo.
Ya es posible interactuar con otra persona, a miles de kilómetros, en tiempo real y tenemos la oportunidad de aprender, enseñar, visitar museos, conocer otros idiomas y disponer de cualquier producto o servicio.
La información es la clave del futuro. Las redes sociales se han convertido en la vía de comunicación masiva. La educación del futuro dependerá principalmente de buenos educadores, estudiantes con vehementes anhelos, autoridades educativas con liderazgo, disciplina en todas sus formas, compromiso de quienes integran el ecosistema educativo, manejo de habilidades blandas, tecnología, capacitación digital, valores, infraestructura y conectividad. Vivimos en una nueva era cuya historia cambia minuto a minuto.
Dentro de la coyuntura que atravesamos, es muy necesario rescatar el programa de la Fundación Omar Dengo (FOD), con los ajustes de tareas y costos que las autoridades gubernamentales consideren pertinentes, para no perder el conocimiento acumulado en cuarenta años de experiencia de una organización modelo.
El Ministerio de Educación Pública (MEP) debería procurar revivir la Fundación Omar Dengo y continuar con este programa tan exitoso en la formación de habilidades digitales y otras herramientas fundamentales para los estudiantes más vulnerables. Hoy más que nunca es imperativo fortalecer estas exitosas alianzas público-privadas, que demostraron capacidad y compromiso en su labor.
La era digital
Las aplicaciones digitales crecen geométricamente y la productividad de un país está íntimamente ligada a que tengamos buena conectividad para ofrecer los servicios e infraestructura que se requiera.
No podemos posponer la apertura de las redes 5G. El tiempo de transmisión es esencial. La falta oportuna de conectividad de alta velocidad nos está sacando de la competencia. Cada vez se necesitan redes más robustas y no podemos posponer su puesta en funcionamiento.
La era digital está ligada íntimamente a la productividad del país en áreas como la salud, el urbanismo, el transporte, la infraestructura, los servicios, los seguros, la banca, las telecomunicaciones, la seguridad y prácticamente todas las demás actividades. De ahí que debemos poner en el corazón de la agenda la tecnología y la infraestructura digital.
El programa Gobierno Digital no ha tenido recursos, ni estructura, ni poder. En el pasado, el programa lo tomó el Ministerio de Planificación, luego el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) y Radiográfica Costarricense (Racsa).
Los resultados siempre fueron limitados debido a la falta de apoyo. Es preocupante que no aprendamos nada de los errores y sigamos repitiéndolos.
El Ministerio de Ciencia, Innovación, Tecnología y Telecomunicaciones (Micitt), con los presupuestos limitados, no puede ser líder en innovación, tecnología y ciencia. Hay que reestructurar el Ministerio y evaluar cuál debería ser su estructura y función en provecho del progreso tan necesario para el país.
Para seguir con la improvisación, se aprobó en el cuatrienio anterior la Agencia Nacional de Gobierno Digital sin contar con los fondos suficientes para echarla a andar, sin poder político para promover cambios sustanciales, sin posibilidad de ejecutar los grandes proyectos que significa dar servicios de calidad todos los días del año y a toda hora a más de 200 instituciones.
Nació atada de manos, y de esa forma es imposible la estandarización y la interpolaridad y darle mantenimiento. No cabe duda de que en Costa Rica creemos que todo se arregla redactando una ley o una directriz ejecutiva. Los tristes resultados están a la vista, y seguiremos igual en el futuro.
Cambio cultural
El gobierno debe pensar en un programa bien estructurado técnicamente a cargo de un grupo que tenga autoridad. No podemos seguir improvisando.
Para ello, lo primero que se necesita es impulsar un cambio cultural y pensar en un programa que se planifique a largo plazo y se dote de recursos, un excelente marco jurídico y una base técnica sólida y estable, que se vea como un proyecto no sujeto a los dirigentes políticos emergentes.
El programa debe estar protegido de la politiquería y de la mediocridad, lo que exige un acuerdo nacional y un cambio cultural. El país debe valorar la importancia y capacidad de las nuevas tecnologías para lograr más eficiencia y productividad.
El autor es ingeniero.