Los resultados en las pruebas PISA dibujan un cuadro aterrador del sistema educativo. Un total de 6.000 estudiantes de 15 años de 198 colegios hicieron los exámenes en el 2022 y retrocedimos 17 puntos desde el 2018.
En matemáticas, solo el 28 % pudo interpretar y reconocer cómo se analiza una situación simple, en una etapa del desarrollo en que el joven debería ser capaz de afrontar realidades complejas sin ningún problema.
En lectura y compresión, descendimos 11 puntos, y solo el 53 % resumió e identificó adecuadamente la idea principal en un texto simple. ¿Cómo conseguiremos que los estudiantes lean y comprendan un libro o un escrito básico, digamos de 280 caracteres? ¿Qué ha pasado con el esencial hábito de la lectura para formar el pensamiento abstracto?
La lectura debería ser un hábito placentero, enriquecedor de la creatividad y, por ende, de producción de conocimiento. Nuestros jóvenes leen menos y las bibliotecas son menos visitadas.
Jóvenes y adultos dejaron de redactar y escribir. Solo el 13 % de la población tiene la pasión por la lectura, que desarrolla la imaginación, la creatividad, el dominio del vocabulario y la habilidad para expresarse de forma oral y escrita.
¿Cómo lograremos ciudadanos intelectualmente preparados si a los niños no se les estimula el gusto por la lectura, el diálogo, el respeto, la necesidad de luchar por sus ideales y el espíritu emprendedor?
Las brechas sociales seguirán ensanchándose si a los niños no se les exige mayor esfuerzo y compromiso, y los padres no se sienten comprometidos con la enseñanza de sus hijos.
En picada
En ciencias también descendemos. Solo el 49 % de los estudiantes pueden reconocer los fenómenos cotidianos. El Ministerio de Educación Pública (MEP), principalmente, junto con las instituciones y la burocracia, es culpable de privar de conectividad a los centros de enseñanza y, por lo tanto, de no digitalizar a estudiantes y profesores.
El MEP es responsable del 87 % del estudiantado, pero carece de compromiso, medición de resultados y vocación, a pesar de que el número de alumnos disminuye.
Aunque la situación se agrava, nadie se atreve a proponer los cambios requeridos. Las brechas sociales, la violencia y la deserción temprana de las aulas afecta a miles de familias.
La estructura del MEP es gigantesca, rígida y obsoleta. A la crisis de gestión debe añadirse la falta de inversión en infraestructura y la menor calidad solicitada durante el reclutamiento, y la ausencia de evaluación una vez que el aspirante es contratado.
El MEP abandonó la planificación y no supo prever los cambios que se avecinaban. Las grandes transformaciones sociales y tecnológicas de la nueva era no fueron afrontadas por los anteriores ministros de Educación y la actual jerarca no tiene capacidad para formular una respuesta acorde con los modelos educativos modernos.
Los continuos cambios de rumbo generan más incertidumbre y los ambientes escolares y colegiales son causa de deserción. Es triste que estemos dejando al 40 % de nuestros estudiantes sin terminar la secundaria.
No hay un norte y el rezago se profundiza al no volvernos más rigurosos. No podemos seguir así, excluyendo a una población que está condenada a la pobreza. La pérdida de una generación incide negativamente en nuestro futuro social, económico y humano.
Viraje urgente
Es necesario que el MEP se alíe con empresas, organizaciones sin fines de lucro, asociaciones de desarrollo, municipalidades y cooperativas para salir de la crisis.
Las alianzas público-privadas, a diferencia del sistema vertical y tieso, se rigen por mediciones de desempeño y costos competitivos. En este modelo, la participación de los padres de familia y las organizaciones de desarrollo son columnas vertebrales para cuidar la calidad de los centros de enseñanza.
En las alianzas, se comparten competencias, riesgos, ingresos y estímulos en función de resultados. Una alianza no significa privatización, sino una excelente herramienta para el desarrollo de las competencias y habilidades.
En el pasado, el apoyo a organizaciones, incluso religiosas, permitió, mediante becas y reducción de costos de la colegiatura, educar a una población que no podía pagar la educación privada. De esa forma, surgió una clase media pujante.
Se pueden citar decenas de ejemplos exitosos de subsidios a diferentes grupos o asociaciones de desarrollo, pero el más representativo es el Colegio Don Bosco.
El MEP, al reducir costos y mejorar la ejecución del presupuesto, se dedicaría a la supervisión y planificación a largo plazo y a cerrar la brecha entre la enseñanza pública y privada.
Cuando se ponen en práctica las alianzas público-privadas, los centros educativos se manejan con la mentalidad empresarial en lo referente a la administración, constituyéndose en un impulso a la calidad y productividad.
Un modelo educativo de esta naturaleza debe desarrollarse por etapas y las mediciones deben ser rigurosas. No deberíamos seguir cometiendo errores políticos y legales.
Debemos abordar la crisis educativa con las reformas necesarias, sin populismo, y centrarnos en los problemas de fondo. El debate de ideas debe concentrarse en encontrar soluciones estructurales.
El autor es ingeniero.