El cambio climático y sus eventos adversos y las nuevas tecnologías están ocasionando disrupciones significativas en el sistema eléctrico mundial, y Costa Rica no es la excepción.
Estos cambios están transformando la manera de generar, transmitir y distribuir la electricidad, e impulsan una transición hacia fuentes más sostenibles, mayor resiliencia y la participación protagónica del consumidor.
Costa Rica ha sido referente mundial en el uso de energías renovables. Después de varios años de generar consecutivamente casi el 100 % de su electricidad proveniente de fuentes renovables, el país había incorporado la matriz eléctrica sostenible a su propuesta de valor para atraer inversión y promover sus exportaciones.
Sin embargo, el 9 de mayo del 2024 despertamos del sueño y fuimos testigos de la cruda realidad. El Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) no fue capaz de anticipar las necesidades en función del crecimiento de la demanda y las amenazas inminentes del cambio climático y sus eventos adversos.
Lo sucedido demostró la fragilidad del sistema, la imperiosa necesidad de abrir y desregular el mercado eléctrico y la urgencia de expandir y diversificar nuestras fuentes renovables de energía.
Otras fuentes de energía
La energía solar ofrece oportunidades significativas para diversificar la matriz energética. La reducción en los costos de producción y almacenamiento, así como la abundancia de luz solar, hacen que su adopción masiva sea viable y deseable.
Es una pena que las autoridades del ICE y del Poder Ejecutivo de varias administraciones fueran reacias y negligentes en su promoción. Asimismo, junto con la energía eólica, Costa Rica tiene un gran potencial para aprovechar la biomasa y la energía geotérmica, que proporcionan una generación más constante y contribuyen a la estabilidad del sistema.
Sin embargo, hasta ahora, ha existido un sesgo en contra para que actores privados exploten estas fuentes con modelos de negocios sostenibles.
Por otra parte, la microgeneración permite a los consumidores convertirse en productores de energía, lo cual reduce la dependencia de fuentes centralizadas y aumenta la resiliencia energética.
La generación distribuida es coherente con la propuesta de valor del país, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y la promoción de la seguridad energética. No obstante, se requiere una mejora significativa de la regulación para garantizar un entorno propicio a la inversión.
Un aspecto crucial del cambio en el modelo es el uso de baterías avanzadas y otras tecnologías de almacenamiento para gestionar la intermitencia de las energías renovables y facilitar su integración en la red eléctrica.
Las baterías permiten almacenar energía de fuentes intermitentes, como la solar y la eólica, garantizando un suministro constante y fiable. Además, las baterías actúan como estabilizadoras del sistema en momentos de alta demanda o cuando otras fuentes no están disponibles.
Invertir en tecnologías de almacenamiento masivo no solo mejorará la resiliencia del sistema energético de Costa Rica, sino también la utilización más eficiente y flexible de las energías renovables.
Del mismo modo, la transmisión de electricidad debe evolucionar hacia redes inteligentes para mejorar la eficiencia y la fiabilidad del suministro. Las redes inteligentes utilizan sensores y tecnologías de la información para gestionar y monitorizar el flujo de electricidad en tiempo real, permitiendo una respuesta rápida a las fluctuaciones en la demanda y la oferta.
La tecnología 5G es clave para ello. La alta velocidad y baja latencia de la 5G facilitará una comunicación más rápida entre los dispositivos conectados, al optimizar la gestión del flujo de energía y facilitar la integración de fuentes renovables. Sin embargo, es evidente que la transición hacia dicha tecnología es muy lenta.
Independencia energética
Quizá el cambio fundamental promovido por las nuevas tecnologías y que llegó para quedarse es que los consumidores están pasando de ser usuarios pasivos a prosumidores, es decir, producen y gestionan su propia energía.
Esta disrupción reduce la dependencia de la red central, disminuye las pérdidas de energía en la transmisión y distribuye la generación, haciéndola menos vulnerable a fallos. También, promueve el uso de fuentes renovables a pequeña escala, permite el almacenamiento de excedentes en baterías avanzadas y posibilita la venta de energía de vuelta a la red.
Medidores y redes inteligentes posibilitan el monitoreo y la gestión en tiempo real, optimizando el uso de recursos energéticos. Además, los vehículos eléctricos, de altísima adopción en Costa Rica, pueden actuar como unidades de almacenamiento móvil, devolviendo energía a la red en picos de demanda mediante tecnologías como vehicle-to-grid (V2G), convirtiéndose en componentes activos del sistema.
Esta transición fomenta una mayor conciencia ambiental y responsabilidad, e involucra a individuos y comunidades en prácticas sostenibles que benefician tanto la economía personal como al medioambiente.
El sistema eléctrico está experimentando un cambio de paradigma, deja de ser un modelo con un gran actor monopolizador y muchos clientes para transformarse en uno de múltiples unidades de generación, consumidores y redes inteligentes interconectadas.
Esta transformación es análoga al modelo de la economía colaborativa, en la cual los recursos son compartidos y utilizados de manera más eficiente a través de una red de participantes interconectados. Si el sistema eléctrico nacional no se adapta, los actores tradicionales corren el riesgo de caer en la obsolescencia, similar a lo que sucedió tras la disrupción causada por los modelos de negocio basados en la economía colaborativa, como Uber y Airbnb, en las industrias del transporte y el hospedaje, respectivamente.
El futuro del sistema eléctrico en Costa Rica es prometedor y desafiante. Las nuevas tecnologías, la diversificación de las fuentes de energía renovable y una mayor participación del consumidor son fundamentales para avanzar hacia un sistema energético más sostenible y resiliente.
Costa Rica tiene la oportunidad de seguir siendo líder mundial en sostenibilidad energética, pero requerirá innovación continua, la liberalización del mercado y la colaboración de todos los actores del sector energético.
Además, la capacidad de ofrecer energía limpia, estable y asequible será un factor determinante para continuar posicionado a Costa Rica como un destino atractivo para nuevas empresas y proyectos, y para consolidar su liderazgo en sostenibilidad y desarrollo económico.
La transición hacia un futuro energético más limpio, eficiente y centrado en el consumidor no solo es posible, sino esencial para el progreso continuo del país.
Víctor Umaña es economista agrícola. Realizó sus estudios de posgrado en Economía Política Internacional en la Universidad de Berna y el ETH de Zúrich, Suiza. Es consultor internacional en comercio internacional, competitividad y desarrollo sostenible.