Recuerdo a un comentarista literario que se lucía mencionando a Monterroso, pero se limitaba a repetir una y otra vez su cuento más breve, al punto de convencernos de que eso fue lo único que leyó de don Augusto
La brevedad de esta columna no aconseja temas polémicos, como el de los consensos políticos sobre el trasquilado sin que las ovejas se enteren del asunto. Pese a ello, nos arriesgaré a escribir sobre un autor comprometido al que se le acusa falsamente de ser demasiado leve: el centroamericano Augusto Monterroso. Obligado por los avatares de la política imperial a pasar gran parte de su vida fuera de Centroamérica, fue artífice del aforismo y del cuento breve, pero él mismo insistió en declararse esencialmente ensayista, y nada leve por cierto. Para confirmar esto, bastaría con leer toda su obra, que no es vasta, dado que él optó por contribuir a la conservación de los bosques dándole mayor énfasis a lo sustancioso que a lo voluminoso. Mal ejemplo para quienes, publicando farragosamente, terminan trabajando para la industria del reciclaje de papel.
Recuerdo a un comentarista literario que se lucía mencionando a Monterroso, pero se limitaba a repetir una y otra vez su cuento más breve, El dinosaurio, hasta el punto de convencernos de que eso fue lo único que leyó de don Augusto. El cuento, de siete palabras, es el siguiente: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Aquel comentarista y una prestigiosa profesora universitaria estadounidense “descubrieron” que ese es el cuento más corto de la literatura universal, aunque para traducirlo al inglés y al francés no les quedó más remedio que utilizar ocho y nueve palabras respectivamente.
Me parece incorrecta la interpretación del breve cuento según la cual el que dormía era el dinosaurio. Su intención satírica exige que quien despierta sea el pueblo mexicano y el PRI sea el dinosaurio político y, de ese modo, cambiando las siglas, el cuento sea aplicable a todos los pueblos de Centroamérica. La clave del error está en que Monterroso ignoró algo que la ciencia demostraría más tarde: si bien los dinosaurios dominaron la tierra durante millones de años, ninguno de ellos pudo vivir más de los sesenta. Algo nos dice que poco ha cambiado y, hoy, Monterroso escribiría sobre el pueblo de Costa Rica: “Cuando despertó, los dinosaurios todavía seguían aquí”. Por otra parte, un autor costarricense publicó, hace bastante tiempo, el cuento En Betania, de solo cuatro palabras: “—¡Levántate, Lázaro! —¿Tan temprano?”.
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