En conferencia de prensa, el Ministerio de Educación Pública (MEP), se refirió a los motivos para eliminar los Programas de Estudio de Afectividad y Sexualidad Integral.
El principal argumento se basó en frases como “se sacará la perversión de las aulas” para “enderezar un pecado ante Dios y ante otros seres humanos”, sobre lo cual las propias instancias técnicas del MEP se pronunciaron este viernes, señalando que “no existe evidencia que respalde tales afirmaciones, ni denuncias formales que indiquen que los contenidos vulneraban la integridad de la población estudiantil o del personal docente. Es incorrecto afirmar que estos programas fueron aplicados en primera infancia o primaria”.
Es claro que la decisión ni siquiera fue consultada a las instancias técnicas del MEP que han llevado adelante la implementación.
En otro motivo, el presidente señaló que “siete familias votaron para que sus hijos no fueran a oír esas sinvergüenzadas”, ya que, según la ahora exministra, “es un hecho que solo tres de cada 10 familias enviaban a sus hijos a esta asignatura”.
No se mencionó de dónde provino el dato, pero no corresponde a los datos oficiales de asistencia registrados por el Departamento de Análisis Estadístico del MEP, que indican que el 70% de los estudiantes de décimo año de colegios académicos y de undécimo año de colegios técnicos, asistían a la asignatura de afectividad y sexualidad, y que tal porcentaje no ha sido inferior al 66% en ningún año desde el 2018.
Así, el 30% reportado por la exministra se aleja mucho de la realidad medida. ¿Por qué el MEP prefirió generar un nuevo número en vez de utilizar los datos oficiales y cuál fue la metodología para consultar a cientos de miles de padres de familia? Esto no fue aclarado.
Existe un tercer argumento en este debate, que no fue mencionado durante la conferencia, y sobre el cual comenté en la columna anterior: la clara relación entre la implementación de los programas de afectividad y sexualidad y la reducción de las tasas de embarazo adolescente, especialmente en zonas de bajo desarrollo humano.
Esperemos que el nuevo ministro de educación, como economista, promueva discusiones objetivas y basadas en evidencia en el seno del Consejo Superior de Educación.
El autor es economista.