Ya lo decía el científico alemán Georg Christoph Lichtenberg, cuyos símiles Freud calificó de certeros y graciosos en su libro El chiste y su relación con lo inconsciente: “No se puede llevar la antorcha de la verdad a través de la multitud sin chamuscar alguna barba”.
Este aforismo ilustra el porqué del retiro de la pauta de Kölbi y el Banco Popular a los sketches presentados este año en “El chinaoke”, de Canal 7. En palabras de Hamlet, los cuadros cómicos de este segmento son como poner a la infamia su imagen en el espejo. Y en no pocas ocasiones lo que se ve no es del agrado del poder.
En el editorial de este lunes, titulado “Protección de la sátira”, se analizaron precedentes del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, la Corte Suprema de Estados Unidos y la Sala Constitucional de Costa Rica sobre el uso de la pauta publicitaria con fines políticos, para castigar la crítica y premiar el aplauso. Lo ocurrido contra “El chinaoke” encaja perfectamente en esta dinámica.
Uno de los precedentes citados en el editorial es el caso Hustler contra Falwell, del 24 de febrero de 1988, sobre una parodia publicitaria que resultó ofensiva para el ministro religioso Jerry Falwell. El fallo enfatiza que “desde las primeras caricaturas que retrataban a George Washington como un asno hasta nuestros días, las representaciones gráficas y las caricaturas satíricas han desempeñado un papel destacado en el debate público y político”. El Tribunal también destacó cómo las caricaturas políticas inmortalizaron rasgos como el aspecto alto y desgarbado de Lincoln, los anteojos y los dientes de Teddy Roosevelt, y la mandíbula saliente y la boquilla de fumar de Franklin D. Roosevelt, “con un efecto que no podía haber obtenido un fotógrafo ni un retratista”.
“El chinaoke”, al igual que las viñetas de Quino y otros referentes de la sátira gráfica, refleja con agudeza, adaptando los principios de la sátira tradicional a recursos modernos como los sketches televisivos, los apuros de una ciudadanía desabastecida de agua, el sufrimiento de más de un millón de personas en listas de espera de la Caja Costarricense de Seguro Social y una inseguridad que se cobra vidas a diario. En lugar de afrontar estas realidades, el gobierno y sus representantes en las instituciones optan por acallar la crítica utilizando fondos públicos. Tienen, como dice Lichtenberg, la barba chamuscada.
El género satírico, como forma específica del humor, es una manifestación antigua con orígenes en el carnaval, que incluso en la Edad Media tenía su lugar, como en la fiesta de los tontos. ¿Herejía? ¿Blasfemia? No: para el historiador y crítico literario ruso Mijaíl Bajtín, la comicidad medieval desveló el temor al misterio, al mundo y al poder, exponiendo la verdad detrás de estos. La risa se opuso a la mentira, la adulación y la hipocresía, destruyendo el poder a través de la boca del bufón.
La sátira, como la antorcha de Lichtenberg, inevitablemente chamusca barbas, iluminando las sombras del poder. Sin ese fuego, la sociedad quedaría a oscuras, sumida en un silencio que perpetúa los fracasos de quienes se esconden tras las máscaras de la censura.
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