Barbie, una muñeca con las características del canon de belleza impuesto a las mujeres desde principios del siglo XX, difícilmente conseguirá impulsar una ruptura significativa como, por ejemplo, la producida por el #MeToo.
El canon de belleza es un concepto ampliamente estudiado y debatido en la sociedad y en diferentes campos académicos, como la sociología, la psicología y los estudios de género. Se refiere a los estándares culturales y sociales que dictan cómo se supone que las mujeres deben verse para ser consideradas bellas y aceptadas por la sociedad. El canon afecta también las bellas artes, pero el de la mujer tiene un impacto perverso en la libertad y el derecho a “ser lo que una quiera ser”.
Cuando escribo esta columna, todavía no veo la película; sin embargo, leí varios comentarios en distintos medios nacionales y extranjeros, y mi impresión es que, aparte del entretenimiento y la posibilidad de vestir trajes o accesorios rosados —una distracción válida—, la cinta no mueve a la gente a conformar un movimiento a favor de la igualdad, aunque los comentaristas reconozcan una carga positiva en el tema central de la cinta.
No hace falta ver la película para constatar si es un “hito histórico”, como la califica la empresa Mattel, bastaría con sentarse a la salida de alguna sala de cine y esperar a ver si después de la proyección los espectadores se deshacen de los atuendos y la bisutería Pantone PMS 219 y sus variantes, en señal de haber entendido el aparente mensaje feminista entretejido en el argumento de Barbie. Hasta el momento, al menos yo, no tengo noticia de ello.
Partiendo de estos supuestos, como en la caverna platónica, los fans parecen ver unas cuantas sombras de lo que la empresa quiere comunicar, tomadas del manual “Cómo volverse feminista en menos de dos horas”.
Quizás por eso, gracias a Barbie, millones se declaran hoy “feministas”, ¡ojalá lo sean!, mas no es posible escribir el guion sin 30 años de estudios de la mujer, explica la escritora estadounidense Susan Faludi, citada en un artículo en el New York Times, el 25 de julio.
Pero aun ella, hizo una lectura interesante entre las muchas posibles. Yo haré la mía con dos amigas, nachos y palomitas frente a la pantalla. El producto de nuestro trabajo lo leerán en la “Revista Dominical”.
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La autora es editora de Opinión de La Nación.