Este artículo no trata de la historia de la ciudad, y mucho menos es una guía turística. Versa sobre aspectos curiosos y notables de una urbe que desde el siglo XV de nuestra era fue proclamada capital del estado de Brandeburgo. Uno de los 16 estados federados de la actual Alemania.
Sin embargo, la capital de Brandeburgo no es Berlín, sino Potsdam, sede, hasta el 2011 del Observatorio Astrofísico de Potsdam (AOP), fundado en 1874. Fue el primer observatorio del mundo centrado específicamente en la investigación de la astrofísica. Hoy lleva el nombre de Gottfried Wilhelm Leibniz.
Contrario a la creencia popular, Berlín no proviene etimológicamente de bär, que significa oso, por lo tanto su nombre no se traduce lugar de osos, pese a que dicho animal es el símbolo de la ciudad. Las palabras berle o berlin, en el idioma polabo (de raíz eslava) significa tierra no cultivable o tierra deshabitada. Prácticamente quiere decir pantano. La principal arteria acuática es el río Spree, pero también la circunda el río Havel.
Aunque el nacionalsocialismo de la época oscura del nazismo aún causa un sentimiento de culpa más o menos solapado en los alemanes (especialmente en los de mayor edad), ha tenido sus picos de retorno disfrazado de discursos similares en partidos nacionalistas y antiimigrantes, pero con la merma de no poder usar los símbolos originales fascistas, debido a la prohibición que existe en Alemania de portarlos.
Es casi imposible caminar entre los 2.711 bloques de hormigón que laberínticamente componen el Monumento al Holocausto, ubicado muy cerca de la Puerta de Brandeburgo sin conmoverse hasta el tuétano. Lo tétrico es que no muy lejos de ahí se hallaba la guarida del lobo, el cuartel general del Führer, líder que llevaría a Alemania a un reino de mil años.
Catolicismo. Conviene recordar que en el 2018, de los creyentes teutones, el 50 % son católicos, entonces, el 30 de enero de 1933, cuando Adolfo Hitler fue nombrado canciller, es válido pensar que ese porcentaje era mayor o igual. La pregunta obligada y retórica es: ¿Cómo la inmensa mayoría de personas no nazis permitieron el Holocausto? Las explicaciones sobran: la indolencia y la indiferencia inicial ante los atropellos contra las minorías se transformó luego en una maquinaria de terror y reclutamiento contra sus propios ciudadanos.
En la mañana del 13 de agosto de 1961, sin aviso, se inició la construcción del Muro de Berlín, con un perímetro de 155 kilómetros, 302 torres de observación, vigilado por 11.000 soldados. En realidad, eran cuatro segmentos de muro distintos con un cierto sentido de continuidad. Unas 136 personas murieron intentando cruzarlo, se convirtió en el símbolo por excelencia de la Guerra Fría.
Lo que es poco conocido es que el muro cayó casi por accidente, ya que durante una conferencia de prensa, el 9 de noviembre de 1989, Günter Schabowski, aturdido por la presión de la prensa, portavoz del comité central del Partido Socialista Unificado, estaba detallando ante la prensa extranjera la decisión de la República Democrática Alemana de autorizar las salidas del país. Entonces, un periodista alzó la mano y preguntó cuándo entrarían en vigor las nuevas disposiciones.
Schabowski, confundido, miró sus papeles y dijo, un tanto inseguro: “Si mis informaciones son correctas, hasta donde llega mi conocimiento, inmediatamente”.
Eso fue suficiente. Oleadas de personas se acercaron al muro, las autoridades de la RDA intentaron formar filas migratorias, pero era tarde, los soldados no recibieron la orden de disparar y el resto es historia y suvenir. Evidentemente, ello no habría ocurrido si en el Kremlin no hubiera estado Mijail Gorbachov.
Venganza. Una de las mayores ironías de la etapa socialista fue la llamada “venganza del Papa”, porque cuando el sol pega en la torre metálica de comunicaciones, construida en 1969 con un elegante restaurante giratorio, se forma una cruz luminosa que amargó por años a la cúpula del gobierno oriental alemán.
Se ubica justo a la par de Alex, como afectuosamente llaman los capitalinos a la Alexanderplatz o plaza que ha sido considerada el centro de Berlín desde la Edad Media y fue un antiguo mercado de venta de ganado.
La principal pregunta que se hacen los europeos, especialmente, los alemanes, es quién sucederá en el poder a Ángela Merkel. Ángela Dorothea Kasner nació en Hamburgo el 17 de julio de 1954. Mujer austera, firme, brillante, poderosa, es evidente que su capital político se agotó. Se crió en el este con su padre, pastor luterano. Ella conserva el apellido de su primer marido, aunque está casada en segundas nupcias.
Yo no olvido que en el 2010, al caminar por la ribera del río Spree, en el barrio de Mitte, casi frente al Museo de Pérgamo, me llamó la atención la presencia de dos policías femeninas en un pequeño departamento gris, sin lujos.
Cuando me enteré de que ahí vivía Ángela Merkel, no asimilé fácilmente la noticia y me fue imposible no comparar la sencillez de la entonces mujer más poderosa del planeta con la jactancia de muchas personas en nuestro país.
El 11,5 % de los habitantes de Alemania, según datos del 2018, son extranjeros, existe una gran colonia turca. La impresión es que se germanizan y no a la inversa. Alemania es una potencia mundial por sus hábitos laborales, ética, sentido cívico y compromiso con las obligaciones comunes.
Me han dicho que los alemanes son personas frías, pero las veces que he tenido la oportunidad de tratarlos en su país o fuera de él, he descubierto que simplemente son directos y sinceros. Yo prefiero ese tipo de comportamientos.
En el 2018 he aprendido que en nombre de las mejores intenciones las personas que dicen quererme me han hecho daño. En cambio, mis contados enemigos mantienen conmigo una leal indiferencia. Lass mich sein.
El autor es abogado.