Costa Rica construyó a lo largo de varias décadas una historia de éxito que nos puso en los tres primeros lugares de la región. Nuestra expectativa de vida superaba la de los países desarrollados y exportábamos nuestra paz social. Hoy, la situación, como señaló dolorosamente la revista The Economist, es otra muy distinta. Sin inversión social, pronto estaremos en un punto de no retorno.
El estado de la educación, plasmado en el IX informe, documenta graves hallazgos y rezagos en nuestros niños y, lo más grave, un sistema que amplía la brecha de la exclusión social. Ante esto, las autoridades brillan por su ausencia en momentos en que vivimos una emergencia nacional no declarada. La Ruta de la Educación es un plan desconocido, mientras recursos de esa cartera son cedidos a otras instituciones. ¡Incomprensible!
La presidenta de la Caja Costarricense de Seguro Social presentó la Ruta de la Salud, cuyo objetivo es que en el 2025 las listas de espera no superen los 365 días, un avance frente a los actuales rezagos y una interesante propuesta multidisciplinaria que esperamos tenga éxito, pero no deja de preocupar que su ejecución quede en el papel.
Y que decir de lo que aguarda a los adultos mayores que dependen de una pírrica pensión del Régimen No Contributivo, a quienes con ¢82.000 les era imposible sobrevivir y la situación será insostenible si se rebaja a ¢68.000, posibilidad anunciada hace pocos días. La tormenta perfecta en el régimen de pensiones: menos contribuyentes por desaparición de empleos, una población que envejece y falta de una política pública sostenible que luche contra la informalidad. Una bomba de tiempo.
Contamos con un gobierno para el que lo único que importa son las cifras económicas: reducción de la deuda con respecto al PIB, baja del costo de la deuda pública a costa de los exportadores y el turismo, y menos inflación, sin mostrar el rostro humano detrás de estas políticas en exceso fiscalistas.
Arroceros quebrados, pequeños y medianos exportadores que luchan por sobrevivir, pobre creación de empleos, estancamiento de la pobreza extrema y ampliación de la desigualdad, cifras tras las cuales radica la creciente inseguridad. Ante esto, la inversión social es la única herramienta sostenible.
nmarin@alvarezymarin.com
La autora es politóloga, miembro del Advisory Board del Wilson Center en asuntos para América Latina.